estan exentos de responsabilidad. Como
estaba convencida de que el suyo la detestaba, temia que se aprovechase
de este recurso para deshacerse de ella. Estos vagos terrores, unidos al
residuo de vergueenza que le quedaba, fomentaban su irritacion contra
Raimundo. Su caracter violento, caprichoso, despotico, se alteraba con
aquel obstaculo imprevisto. Ni siquiera habia reparado bien en la
fisonomia del joven. Le odiaba sin dignarse hacerse cargo de su figura.
Luego, el sosiego con que recibia los gestos provocativos de desprecio
que no le escatimaba, le parecian una ofensa. Bien mirado, aquel
chicuelo se estaba burlando de ella: porque no era creible que un
enamorado mostrase tanta serenidad y cinismo. Sin duda, despues que
advirtio que la molestaba, se propuso mortificarla para vengarse. Y no
cabia duda que lo lograba cumplidamente. Las vueltas que se veia
precisada a dar para huirle, las visitas que hacia sin gana, todas las
zozobras que aquel muchacho le costaba, se lo hacian cada dia mas
aborrecible y le iban requemando la sangre. Ideo salir en coche, meterse
en las Calatravas y despedirlo alli; pero Raimundo, al verse privado por
varios dias de verla, tambien dio en la flor de tomar un coche de punto
y seguir el suyo. Esto hizo rebosar su enojo y se prometio a si misma
cortar aquella impertinente y molesta persecucion, aunque no sabia como.
Primero penso en que Pepe Castro hablase y amenazase al muchacho. Al ver
la sangre fria con que aquel lo tomaba, se indigno y no volvio a
mentarle el asunto. Luego imagino abordarle ella misma en la calle y
rogarle con pocas palabras frias y desdenosas que no la molestase mas.
Cuando llego la ocasion no se atrevio a hacerlo, aunque no pecaba de
timida: el trance le parecio grave.
En estas dudas y vacilaciones se hallaba, cuando, bajando por la calle
de Serrano, al levantar los ojos casualmente hacia arriba, acerto a ver
en un mirador bastante alto a su enemigo. Cruzole entonces por la mente
la idea de averiguar su nombre y escribirle. Y en efecto, con la
violencia que caracterizaba todas sus acciones, al pasar por delante de
la casa entro en el portal y se dirigio a la garita de los porteros.
--?Tiene usted la amabilidad de decirme quien habita el cuarto tercero
de esta casa?
--Son dos senoritos muy jovenes, hermano y hermana. Solo viven aqui
desde hace cuatro meses. Han quedado huerfanos, al parecer, hace poco
tiempo....
La portera, al ver una senora tan elegante, se mos
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