tro locuaz y
complaciente; pero Clementina la atajo en seguida.
--?Como se llama el senorito?
--D. Raimundo Alcazar.
--Mil gracias.
Y se alejo inmediatamente. Salio a la calle y dio unos cuantos pasos.
Mas de pronto, se le ocurrio que el escribirle tenia sus inconvenientes,
y que en realidad era preferible una explicacion verbal de la cual nadie
que la conociera podia enterarse en aquellos momentos. Detuvose un
momento indecisa, y bruscamente dio la vuelta y se metio de nuevo en el
portal. Cruzo sin decir nada por delante de la portera y subio con pie
ligero las escaleras. Al llegar al piso tercero, a pesar del brio y
entereza de su caracter, sintio un poco desfallecida la voluntad y
estuvo a punto de dar la vuelta. Su temperamento orgulloso y obstinado
la empujo, sin embargo, al pensar que el joven la habia visto entrar y
se enteraria de su arrepentimiento. En el piso tercero habia dos
cuartos, derecha e izquierda. Clementina habia visto papeles en uno.
Llamo sin vacilar en el de la derecha observando que tenia un felpudo
para los pies delante de la puerta, senal evidente de que era el
habitado.
Salio a abrirle una criada a quien pregunto por D. Raimundo Alcazar.
--Deseo verle--dijo despues que se entero de que estaba en casa.
La criada la introdujo en la sala, y como le pareciese rara aquella
visita, le pregunto:
--?Aviso a la senorita?
--No, no; avise usted al senorito, que es a quien deseo hablar.
Se hallaba este, en tanto, en su despacho, presa de violenta agitacion.
Al ver a la dama entrar en el portal por primera vez se habia
sobresaltado sin motivo preciso para ello. Tranquilizose al verla salir,
y otra vez se altero cuando entro nuevamente. Cruzo por su mente la idea
de que pudiese subir a su casa; pero al instante la desecho como
inverosimil. Imagino mas bien que vendria a visitar a alguno de los
inquilinos de los cuartos principal o segundo, que eran personas de
calidad. No obstante, a despecho de su razon, no se tranquilizaba.
Cuando oyo sonar el timbre de la puerta quedo aterrado. Apenas tuvo
animo para dirigirse hacia la antesala. Antes que pudiese hacer una sena
a la criada ya esta habia abierto, obligandole a retirarse vivamente a
su despacho. Estuvo tentado a negarse, aunque ya estaba la dama en la
sala. Al fin se decidio a salir, reflexionando que no habia motivo
racional para ello.
Raimundo no tenia mucho trato de gente. Las relaciones de su madre
habian sido escasas; unos cu
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