ra del talento: le repugnaban
los seres prosaicos que constituian casi la totalidad de las relaciones
de su padre. Idolatraba la memoria de su marido a quien habia adorado en
vida como a un hombre superior, eminente. Conservaba como precioso
tesoro todas las frases de elogio que la prensa habia tributado a sus
obras. El unico deseo, el unico afan de su vida era que su hijo siguiese
las huellas de su padre, fuese un hombre respetado por su talento e
ilustracion. Dios quiso colmar sus votos. Primero comenzo a ver alzarse
ante sus ojos la imagen corporal de su marido reproducida en el hijo. No
solo en el rostro, sino en los ademanes, los gestos y el timbre de voz
parecia una copia exacta. Luego el nino, por su comportamiento en el
colegio, principio a causarle vivos placeres: era inteligente y
aplicado. Los maestros se mostraban de el muy satisfechos. Cada frase de
elogio que llegaba a sus oidos, cada nota de sobresaliente que veia
escrita debajo del nombre de su hijo, producia a la pobre madre espasmos
de alegria. Ya no abrigaba duda alguna de que heredaba el talento de su
padre.
Alguna vez sentia remordimientos pensando que distribuia con poca
equidad el carino entre sus dos hijos. Por mas esfuerzos que hacia para
mantener el equilibrio, no podia menos de confesarse que amaba mucho mas
a Raimundo. Su inmenso carino se traducia en constantes caricias, en
nimios cuidados que enervaban y enmollecian el temperamento del nino. Le
criaba, en suma, con demasiado mimo. El, por su parte, le profesaba una
aficion tan ardiente, tan exclusiva, que en ciertos momentos se
convertia en verdadera fiebre. Cada vez que tenia que apartarse de sus
faldas para ir al colegio le costaba lagrimas. Exigia que se pusiera al
balcon para despedirle. Antes de doblar la esquina de la calle, se
volvia mas de veinte veces para enviarle besos con la mano. Era ya
hombre y estudiante de Facultad, y todavia Isabel conservaba esta
costumbre de salir al balcon para despedirle cuando iba a sus clases.
Por su natural, o tal vez por esta educacion un poco afeminada, Raimundo
fue un nino timido, retraido de los juegos de sus companeros, luego un
adolescente melancolico, por fin un joven serio y de pocas palabras.
Apenas tuvo amigos. En la Universidad paseaba con sus condiscipulos
antes de entrar en catedra; pero en cuanto daba la hora tornabase a casa
y no le gustaba salir sino acompanando a su madre y hermana. Mucho antes
de esta epoca, cuando contaba solament
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