cementerio de San Isidro y siguio hacia este a pie. Ascendio con rapidez
la cuesta, llego y penetro en el nuevo recinto, donde, como exige la
ley, a los muertos se les da tierra, no se les encajona en largas y
sombrias galerias. Con paso rapido avanzo hasta una sepultura con losa
de marmol blanco rodeada de una pequena verja, y se detuvo. Permanecio
algunos minutos inmovil contemplandola. Sobre la losa estaba escrito con
caracteres negros este nombre: ISABEL MARTINEZ DE ALCAZAR. Debajo de el
estas dos fechas separadas por un guion: 1842-1883, que indicaban sin
duda las del nacimiento y la muerte de la persona alli enterrada. Habia
sobre la losa algunas flores marchitas. Raimundo las recogio con
cuidado, deshizo luego el ramo que traia, esparcio las frescas flores
sobre la tumba, y con la misma cuerda hizo otro ramo con las marchitas.
Con este en una mano y el sombrero en la otra, permanecio otra vez algun
tiempo de pie contemplando con ojos humedos aquella sepultura. Luego se
alejo rapidamente y salio del cementerio sin echar una mirada de
curiosidad en torno suyo.
Raimundo Alcazar habia perdido a su madre hacia ocho o nueve meses. No
habia conocido a su padre, o, por mejor decir, no tenia recuerdo de el,
pues desaparecio de este mundo cuando solo contaba el cuatro anos.
Llamabase tambien Raimundo, y era, al morir, catedratico de la
Universidad de Sevilla. Cuando se caso con su madre nada mas que un
joven en espera de colocacion. Por eso el padre de Isabel, comerciante
en ferreteria en la calle de Esparteros, se habia negado a autorizar
aquellos amores, los persiguio con tenacidad y solo consintio en el
matrimonio cuando Alcazar llevo por oposicion la catedra mencionada. Era
hombre de excepcional inteligencia, publico algunos libros de la ciencia
a que se habia dedicado, que era la Geologia. Su muerte, acaecida cuando
solo contaba treinta y dos anos de edad, fue llorada en la pequena
esfera en que los hombres de ciencia viven en Espana. Isabel, con su
hijo Raimundo, se volvio a Madrid a la casa paterna, donde tres meses
despues de fallecido su esposo, dio a luz una nina que tomo el nombre de
Aurelia.
Era Isabel una mujer singularmente hermosa. Como hija unica de un
comerciante que pasaba por bien acomodado, no le faltaron pretendientes.
Rechazo todas las proposiciones de matrimonio. Pasaba por romantica
entre las amigas, quiza porque poseia alguna mas inteligencia y corazon
que la mayor parte de ellas. Era admirado
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