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ser sobrenatural. Produciales su vista la misma impresion de espanto y entusiasmo, de temor y fervorosa adoracion que a los japoneses el gran Mikado. Y si no se prosternaban y hundian su frente en el polvo como aquellos, por lo menos se ponian colorados hasta las orejas y no acertaban en algunos minutos a colocar la pluma sobre el papel ni prestaban atencion a lo que el parroquiano les decia. Mirabanse con senales de pavor y decianse en voz baja lo que de sobra sabian todos: "iEl duque!" "iEl duque!" "iEl duque!" El duque paso, como solia cuando por casualidad iba por alli, sin dignarse arrojarles una mirada, y se fue derecho al pequeno departamento donde Calderon solia estar. Mucho antes de llegar a el comenzo a decir en voz alta: -iCaramba, Julian! ?cuando saldras de esta cueva? Esto no es una casa de banca; es una cuadra. No tiene vergueenza el que viene a visitarte. iPuf! ?Pero desollais aqui tambien las reses, o que? Hay un hedor insufrible. Calderon ocupaba, al final del almacen, un rincon separado del resto por un biombo de tabla pintada con una puertecita de resorte. Pudo escuchar, pues, todas las palabras de su amigo antes que este empujase la mampara. --iQue quieres, hombre!--dijo algo amoscado por haberse enterado los dependientes de la filipica--; no todos somos duques ni se nos enredan los millones en los pies. --iQue millones! ?Se necesitan millones para tener un despacho limpio y confortable? Lo que debes confesar es que te duele gastar una peseta en adecentarle. Te lo he dicho muchas veces, Julian; eres un pobre y toda la vida lo seras. Yo con mil reales sere mas rico siempre que tu con mil duros; porque se gastarlos. Calderon gruno algunas protestas y siguio trabajando. El duque, sin quitarse el sombrero, dejose caer en la unica butaca que alli habia forrada de badana blanca, o que debio de ser blanca. Ahora presentaba un color indefinible entre amarillo de ambar, ceniza y verde botella, con fuertes toques negros en los sitios de apoyar la cabeza y las manos. Habia ademas tres o cuatro banquetas forradas de lo mismo y en identico estado, una estanteria de pino llena de legajos, una caja pequena de valores, una mesa de escribir antiquisima de nogal y forrada de hule negro, y detras de ella un sillon tosco y grasiento donde se hallaba sentado el jefe de la casa. Aquel pequeno departamento estaba esclarecido por una ventana con rejas. Para que los transeuntes no pudiesen registrarlo habia visi
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