a y se fue. Dio las senas al cochero de un hotel situado en el
barrio Monasterio y se reclino en un angulo, mordiendo su cigarro y
resoplando con evidente satisfaccion. Experimentola nuestro banquero
despues de cometer aquella granujada, despues de despojar a su amigo
Calderon de unas cuantas pesetas, como el justo al concluir un acto de
justicia o de caridad. Su imaginacion, siempre alerta para los asuntos
donde hubiese dinero, vago, mientras el carruaje le conducia al
Hipodromo, al traves de los varios negocios en que estaba comprometido;
pero se detuvo muy particularmente en el de la mina de Riosa. La
combinacion de Llera le iba pareciendo cada vez mejor. Sin embargo,
tenia sus puntos flacos. A reforzarlos se aplico con el pensamiento,
hasta que el coche se detuvo delante de la verja de un hotelito de
construccion barata, con muchos adornos de yeso y madera que le hacian
semejar a las obras de confiteria.
Apresurose el portero a abrirle con acatamiento. Salvo en tres pasos el
diminuto jardin. Al subir las pocas escaleras del piso bajo salio a la
puerta una criada joven.
--Hola, Petra: ?y tu ama?
--Duerme todavia, senor duque.
--Pues ya son las doce--dijo sacando su cronometro--. Voy a subir de
todos modos.
Y pasando por delante de ella, entro en la antesalita ochavada.
Despojose del gaban que la domestica recibio y se encargo de colgar.
Subio al piso principal. El dormitorio donde penetro era un gabinete con
alcoba, separados por columnas y una gran cortina de brocatel. Estaba
amueblado con lujo de gusto dudoso. En vez del sello que imprime
cualquier persona, si no es enteramente vulgar, al decorado y adorno de
sus habitaciones, observabase la mano del mueblista que cumple el
encargo que le han dado, segun el patron corriente. Las puertas de
madera del balcon estaban abiertas. La luz penetraba por un transparente
que representaba un paisaje de color de chocolate. Las paredes estaban
acolchadas con damasco amarillo; las sillas eran doradas igual que una
mesilla de centro y un armarito para colocar chucherias.
Observabase en aquella estancia, perteneciente a una mujer, el mismo
desorden que suelen presentar los cuartos de los estudiantes o
militares. Diversas prendas de vestir, enaguas, corse, medias, andaban
esparcidas por las sillas. Sobre la rica alfombra de terciopelo habia
algunos escupitajos y puntas de cigarro. En la delicada mesilla del
centro una licorera con las botellas casi vacias y las copas f
|