la rosca para atraerle al negocio de las
minas de Riosa. Se aproximaba el momento en que habia de efectuarse la
subasta. Necesitaba para entonces contar con algunos accionistas de
consideracion. D. Julian lo era, tanto por el capital que representaba,
como por su caracter mismo. Gozaba en el mundo de los negocios fama de
precavido, de receloso mejor. De suerte que el hecho de tomar parte en
cualquier especulacion la acreditaba de segura, y esto era lo que
Salabert necesitaba. No quiso molestarle, pues, muy fuertemente y cambio
la conversacion. Con la gran flexibilidad, con la finura que poseia bajo
su corteza ruda, supo ponerle de buen temple loando su prevision en
cierto negocio fracasado donde no se dejo coger, desollando a otros
negociantes enemigos y reconociendole tacitamente sobre ellos
superioridad de talento y penetracion. Cuando le tuvo bien trasteado,
hablole por tercera o cuarta vez, en terminos vagos, del negocio de la
mina. Ofrecialo como un ideal inaccesible para meterle en apetito. iSi
algun dia fuera posible comprar esa mina, que gran negocio! No habia
conocido otro mas claro en su vida. Lo peor era que el Gobierno no
estaba dispuesto a soltarla. Sin embargo, f..., con un poco de habilidad
y trabajandolo bien, acaso con el tiempo.... Para entonces necesitabanse
algunos hombres que no tuviesen inconveniente en invertir un buen
capital. Si no los hallaba en Espana, iria al extranjero a buscarlos....
Calderon, al oir hablar de un negocio, se encogia como los caracoles
cuando los tocan. El de ahora era tan gordo, por los datos indecisos que
el duque le suministraba, que le obligo a meterse de golpe en la
cascara. Asi que Salabert comenzo a precisar un poco, pusose torvo y
sombrio, mostrose receloso e inquieto, como si entonces mismo le fuesen
a exigir una cantidad exorbitante.
Cuando hubo concluido su largo discurso, un poco incoherente, que
parecia mas bien un monologo, el duque se levanto bruscamente.
--Vaya, Julianito, me voy de aqui al Banco.
Al mismo tiempo saco otro cigarro de la petaca, y sin ofrecerle, porque
no fumaba, lo encendio por formula, pues los dejaba apagarse en seguida
para seguir mordiendolos.
D. Julian respiro con satisfaccion.
--iTu siempre con esa actividad febril!--dijo, sonriendo y alargandole
la mano.
--iSiempre detras del dinero!
Cuando ya iba a trasponer la puerta, Calderon se acordo de que podia
utilizar aquella visita.
--Oye, Antonio: tengo ahi un monton de _
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