mpleados y
de ella se servia Salabert para cargarlos de trabajo en horas
excepcionales. Llera, a un mismo tiempo, era su secretario, su mayordomo
general, el primer oficial de su oficina, el inspector de las obras que
tenia en construccion y el agente de casi todos sus negocios. Por llevar
a cabo este trabajo inconcebible, superior a las fuerzas de cuatro
hombres medianamente laboriosos, le daba seis mil pesetas al ano. El
dependiente se creia bien retribuido, considerabase feliz pensando que
hacia seis anos nada mas, ganaba mil quinientas. Todos los dias, antes
de dar su paseo matinal y emprender sus visitas de negocios, daba el
duque una vuelta por el despacho de Llera, se enteraba de los asuntos y
conversaba con el un rato largo o corto segun las circunstancias.
El duque tenia las oficinas en los altos de su palacio del paseo de
Luchana, soberbio edificio levantado en medio de un jardin que, por lo
amplio, merecia el nombre de parque. En el verano, los arboles, tupidos
de follaje, apenas dejaban ver la blanca cresteria de la azotea. En el
invierno, las muchas coniferas y arbustos de hoja permanente que alli
crecian, le daban todavia aspecto muy grato. Era el centro de reunion de
todos los pajaros del distrito del Hospicio. Tenia acceso por una gran
escalinata de marmol. Ademas del piso bajo donde se hallaban los salones
de recibir y el comedor poseia otros dos. Parte del ultimo era lo que
ocupaban las oficinas, que no eran muy considerables. A Salabert le
bastaba para la direccion de sus negocios con una docena de empleados
expertos. El lujo desplegado en la casa era sorprendente: el mobiliario
valia no pocos millones. Chocaba con la avaricia, que todo el mundo
atribuia a su dueno. Esta y otras contradicciones parecidas se iran
resolviendo segun vayamos penetrando en su caracter, uno de los mas
curiosos y mas dignos de fijar la atencion del lector. Las cocinas
estaban en los sotanos, que eran espaciosos y bien dispuestos. El
comedor, que ocupaba la parte trasera del piso bajo, tenia por
complemento un invernadero de excepcionales dimensiones, donde crecian
gran numero de arbustos y flores exoticas y donde el agua que manaba
profusamente formaba estanquecillos y cascadas muy gratos de ver; todo
imitando, en lo posible, a la naturaleza. Las cuadras estaban en
edificio aparte al extremo del jardin, lo mismo que la habitacion de
algunos criados, no todos.
El duque, repantigado en el unico sillon que habia en el despac
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