en los accionistas. Comprar y vender perdiendo
durante algun tiempo este era el medio que proponia Llera para conseguir
la baja de las acciones y poder adquirir con mucho menos dinero la mitad
mas una y apoderarse por completo del negocio. Salabert no lo veia tan
claro como su secretario. Era la suya una inteligencia perspicaz,
minuciosa, penetrante; pero le faltaba grandeza e iniciativa en los
negocios, aunque otra cosa pensasen los que le veian acometer empresas
de excepcional importancia. El pensamiento primordial, la que pudieramos
llamar idea madre de un negocio, casi nunca nacia en su cerebro; le
venia de afuera. Pero en el germinaba y se desarrollaba quiza como en
ningun otro de Espana. Poco a poco lo iba analizando, disecando mejor,
penetraba hasta las ultimas fibras, lo contemplaba en sus multiples
aspectos, y una vez convencido de que le reportaria ventajas, se lanzaba
sobre el con rara y sorprendente audacia. Esto era lo que acerca de sus
dotes de especulador habia producido el engano del publico. Estaba bien
convencido de que una vez resuelto a acometer la empresa, cualquier
vacilacion resultaba perjudicial. Tal audacia no procedia, pues,
directamente de su temperamento, sino de la reflexion. Era una muestra
de su astucia incomparable.
Por lo demas, su fondo era timido. Este defecto, en vez de corregirse
con la felicidad casi nunca interrumpida de sus exitos, se aumentaba
cada dia. La avaricia es medrosa y suspicaz. Salabert era cada vez mas
avaro. Ademas, con los anos, el pesimismo va penetrando en el espiritu
del hombre. Acostumbrado a grandes resultados en sus especulaciones,
nuestro banquero juzgaba deplorable el negocio en que no percibia
pinguees ganancias. Si por acaso no obtenia ninguna o habia leve perdida,
creia el caso digno de ser lamentado largamente. Asi que, sin el
concurso de Llera, sin su caracter osado y su imaginacion fecunda en
invenciones, el duque de Requena haria ya tiempo que no se aventuraria
en un negocio de mediana importancia. En cambio, lo que habia perdido de
inventiva y audacia habialo reemplazado por un tacto y habilidad
verdaderamente pasmosos, un conocimiento de los hombres que solo la edad
y una atencion constante pueden lograr. En tal sentido puede decirse que
Llera y el se completaban a maravilla. Esta sagacidad y este
conocimiento del corazon humano llegaban en Salabert a pecar de
excesivos; esto es, se pasaba de listo en ocasiones. En su trato con los
hombres, mirando
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