trasero con una bujia. Una vecina averiguo
el hecho casualmente, lo comunico a otras vecinas, se armo el
consiguiente escandalo en el barrio, dieron parte al juez, se instruyo
causa, y, probado el delito, la inglesa fue condenada a seis meses de
carcel y la nina recogida en un establecimiento de beneficencia.
Un ano despues llego a Valencia Salabert, si no hecho un potentado, con
alguna hacienda. Enteraronle de lo ocurrido. Fue a ver a su hija al
colegio de ninas pobres. La saco de alli y la puso en otro de pago,
adonde por rara casualidad iba a visitarla. En la poblacion, sin
embargo, fue loado su rasgo de generosidad. El sabia hacerlo valer en la
conversacion ofreciendose a los ojos de sus conocidos como un ejemplo
vivo de amor paternal y contraste notable frente a la perversidad de su
antigua querida. Poco mas tarde se caso en Madrid. Fue su esposa la hija
de un comerciante en camas de hierro y colchones metalicos de la calle
Mayor. Era una joven bastante feita y enfermiza; pero buena, afectuosa y
con cincuenta mil duros de dote. Llamabase Carmen. A los tres o cuatro
anos de casados, esta, viendose cada vez mas delicada de salud, perdio
la esperanza de tener familia. Sabiendo que su marido tenia una hija
natural en un convento de Valencia, le propuso, con generosidad no muy
frecuente, traerla a casa y considerarla como hija de ambos. Salabert
acepto con gusto la proposicion. Fue a buscar a Clementina, y desde
entonces cambio por entero la suerte de esta infeliz nina.
Tenia entonces catorce anos y era ya un portento de hermosura, mezcla
dichosa del tipo ingles correcto y delicado y de la belleza severa de la
mujer valenciana. Su tez guardaba los reflejos suaves, nacarados de la
raza sajona. En su mirada azul y sombria habia la misma profundidad y
misterio que en los ojos negros de las valencianas. Poco desarrollada
aun por virtud de su crudelisima infancia, por la vida sedentaria,
despues, del convento, en cuanto cambio de clima y de forma de vida
adquirio en dos o tres anos la elevada estatura y las majestuosas
proporciones con que hoy la vemos. Sus partes morales dejaban bastante
mas que desear. Era su temperamento irascible, obstinado, desdenoso y
sombrio. Si nacio con estos vicios o fueron el resultado de sus barbaros
martirios, de su tristisima infancia, no es facil resolverlo. En el
convento, donde nadie la trataba mal, no fue bien querida de sus
maestras y companeras por su caracter receloso, por la ausencia
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