achera no le tenia dominado como a aquel. Rosa le siguio a su
zaquizami abandonando al primer amante. A los pocos meses de vivir
juntos, Salabert, a quien se presento ocasion de partir a Cuba como
camarero de un vapor, la abandono a su vez. La inglesa, que llevaba ya
en sus entranas el fruto de aquella pasajera union, rodo algun tiempo
sin proteccion, sin recursos, por las calles de la ciudad, hasta que
entro en relaciones con un carpintero del Grao que la recogio y llego a
hacerla su legitima esposa. Clementina se crio como intrusa en aquel
nuevo hogar. Su madre era una mujer violenta, irascible, con rafagas de
ternura, que solo guardaba para sus hijos legitimos. A ella, por todas
las senales, la aborrecia y en ella vengo injustamente el agravio de su
padre. iQue terrible infancia la de Clementina! Si en Madrid se supiesen
ciertos pormenores, si en rapida vision pudiesen ofrecerse a los ojos de
la sociedad elegante algunas escenas por las que aquella altiva y
encopetada dama paso, pocos envidiarian su existencia. iQue torturas,
que refinamientos de crueldad! A los cuatro o cinco anos ya estaba
obligada a ser la vigilante guardadora de otros dos hermanitos. Si en
esta vigilancia decaia un punto, el castigo venia inmediatamente; pero
no el castigo como quiera, el golpe pasajero, el estiron de orejas; no.
El castigo era meditado con ensanamiento, procurando herir donde mas
doliera y donde mas durase el dolor.... Los vecinos habian acudido mas
de una vez a los lamentos de la infeliz criatura; habian increpado a la
madre desnaturalizada. De ello no resultaba mas que alguna reyerta
fragorosa en que la feroz irlandesa, chapurrando el valenciano, se
despachaba a su gusto contra las comadres del barrio, y con mayor encono
despues contra la causante de aquel disgusto. A todas horas gritaba que
iba a meterla en la Inclusa. A esto se oponia el carpintero, que se
jactaba de ser hombre de bien y compasivo, que alguna vez intervenia en
los castigos para aplacarlos, pero que la mayor parte de las veces
dejaba a su esposa "que ensenase a su hija", como el decia a los vecinos
que le recriminaban. Sus ideas pedagogicas chocaban con sus instintos
piadosos, y cuando lograban sobreponerse iay de la desgraciada nina!
Aquella serie de inauditas crueldades terminaron al fin con otra mayor
que trajo consigo la intervencion de la justicia. La madre
desnaturalizada, no sabiendo ya de que modo atormentar a su hija, la
hizo algunas quemaduras en el
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