o, tuvo que
detenerse y acabo por retroceder, mientras sus dos companeros seguian
adelante, sin darse cuenta del incidente.
Llego Ricardo adonde estaba la joven, teniendo aun el lazo apretado
sobre sus hombros. Podia haberse desprendido de el, continuando su
camino; pero se mostraba indignado por semejante broma y preferia
hablar inmediatamente a la revoltosa muchacha.
--Venga usted aqui--dijo ella sonriendo, mientras recogia dulcemente
casi toda la cuerda--. ?Como se atreve a ir con esa... mujer, sin
pedirme antes permiso?
El ingeniero contesto con una voz hostil:
--Usted no tiene ningun derecho sobre mi, senorita Rojas, y yo puedo
ir con quien quiera.
Palidecio Celinda al notar el tono inesperado con que le hablaba el
joven; pero se repuso de esta mala impresion, recobrando su
jovialidad. Despues dijo, imitando la voz grave del otro:
--Senor Watson: yo tengo sobre usted el derecho indiscutible de que su
persona me interesa, y no puedo tolerar que vaya mal acompanado.
El norteamericano, vencido por la comica seriedad con que dijo ella
estas palabras, acabo por reir. Celinda rio tambien.
--Ya conoce usted mi caracter, gringuito... No me da la gana que vaya
con esa mujer. Ademas, es demasiado vieja para usted... Jureme que me
obedecera. Solo asi puedo dejarle libre.
Watson juro solemnemente con una mano en alto, mientras hacia
esfuerzos por mantenerse serio, y ella le saco el lazo de los hombros.
Despues guiaron sus caballos en direccion opuesta a la que habian
seguido Elena y su cortejo de jinetes.
A partir del dia en que el ingeniero frances mostro a la marquesa las
obras realizadas en el rio, haciendo alarde de su autoridad sobre los
trabajadores, Pirovani se sintio humillado y deseoso de tomar el
desquite.
Una manana, acodado en la barandilla exterior de su vivienda, creyo
haber descubierto el medio de vencer a su rival.
Media hora despues llego frente a la casa un capataz de los que
Pirovani tenia a su servicio y al que confiaba siempre las misiones
dificiles.
Era un chileno avispado y muy agil para salir de apuros, al que sus
compatriotas apodaban el _Fraile_ por haber sido sus maestros los
dominicos de Valparaiso. El _Fraile_ poseia sus letras y mostraba
cierta aficion al empleo de palabras raras, acentuandolas
arbitrariamente, segun las reglas de su capricho. Tenia la voz melosa,
el ademan extremadamente cortes, gustaba de ingerir frases poeticas en
su conversacion, y habia huido de
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