zo un favor el gringo. Si llega a enterarse de lo
que es esta tierra cuando la riegan, nos la roban los ingleses, como
nos robaron las islas Malvinas, que ellos llaman de Falkland.
Rojas tambien evocaba el pasado, para lamentar la ceguera de sus
abuelos y sus padres. Habian tenido el defecto de ser ricos en la
epoca que aun no se habian creado las fortunas mas grandes de la
Argentina.
Fue esto despues de 1870, cuando el gobierno de Buenos Aires, cansado
de tolerar las rapinas de los indios salvajes y ladrones casi a las
puertas de su capital, habia completado la obra conquistadora de los
antiguos espanoles enviando al desierto una expedicion militar, que se
ensenoreo de veinte mil leguas de terreno, casi todo el laborable.
--El gobierno daba la legua a quinientos pesos, y el peso de entonces
solo valia unos centavos. Ademas, concedia varios anos de plazo para
el pago, y hasta insertaba en el diario oficial el nombre del
comprador, declarandolo benemerito de la patria. Los soldados de la
expedicion recibieron tambien, como recompensa, leguas de terreno,
cuyo titulo de propiedad vendian despues a los bolicheros a cambio de
ginebra o comestibles. Y estas tierras son las que ahora surten de
trigo y de carne a medio mundo y han visto levantarse sobre ellas
tantos pueblos y ciudades. La legua que costo unos centavos vale hoy
millones. Muchos de los que poseen esas tierras no han tenido otro
merito que guardarlas improductivas, sin querer venderlas, esperando
la inmigracion europea que las hiciese prosperar. Como mis
ascendientes eran ricos antiguos en aquella epoca y poseian una gran
estancia, no quisieron adquirir campos nuevos. iQue desgracia!...
Olvidaba Rojas sus despilfarres, que habian consumido la mejor parte
de la herencia paternal, para acordarse unicamente de la fortuna
enorme que podian haber improvisado sus ascendientes aprovechando,
como tantos otros, la rapida expansion del pais.
Una visita vino a interrumpir la platica de los dos argentinos.
Celinda entro en la habitacion con falda de amazona, dio un beso a su
padre y saludo a don Roque. Aprovechando este los breves momentos en
que desaparecio el estanciero para volver con una caja de cigarros,
dijo a la joven, mirando maliciosamente su falda:
--Por el campo va usted vestida de otro modo.
Sonrio Celinda, amenazandole despues con un ademan gracioso para que
guardara silencio.
--Callese--dijo--, no sea que le oiga mi viejito.
Mientras los dos
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