en agitacion y en
violencia cerca de la costa, junto al acantilado del Izarra, con sus
lajas pizarrosas, negras, hendidas, y sus rocas diseminadas como
monstruos marinos entre las aguas.
La lucha del mar y de la tierra tiene en estos arrecifes acentos
supremos. El agua esta alli como desesperada, verde de colera, sin un
momento de reposo, y lanza contra las rocas todas sus furias, todas sus
espumas.
Los penascales negros avanzan desafiando el impetu de la ola
embravecida, y por las hendiduras de las rocas, huellas del combate
secular entablado entre el mar y la tierra, penetra el agua y salta a lo
lejos en un surtidor blanco y brillante como un cohete.
Se piensa vagamente si el mar tendra algun misterioso designio al
querer conquistar estos penascos, y que lucha y se desespera al no
conseguirlo. Vienen a lo lejos las olas como manadas de caballos
salvajes, adornados con crines de plata, empujandose, atropellandose;
asaltan las rocas, se apoderan de ellas; pero como si les faltara la
confianza en su dominacion, la confianza en su justicia, vuelven atras
con el clamor de un ejercito derrotado, en laminas brillantes, en hilos
de agua, en blancos espumarajos.
El hombre, sin duda, no esta organizado para comprender lo trascendental
de lo que es extrano a el. Asi presta sus designios a las cosas e
inventa las religiones; asi supone que el sol esta hecho para alumbrarle
y las estrellas para adornar su noche.
Todo lo vaciamos en el molde de nuestro espiritu; fuera de ese pequeno
molde, no tenemos nada para asir y comprender las cosas que pasan por
delante de nosotros. Por eso damos a todo el universo, desde la gota de
agua hasta Sirio, una intencion humana.
Asi, alguna de estas olas se nos figura que suben arteramente, buscando
el camino estrecho y tortuoso, como una guerrilla intrepida, y ya desde
la cumbre de un penascal bajan en una rapida fuga.
Frayburu, negro, en medio de las aguas espumosas, parece una
representacion del orgullo y de la fuerza de la tierra frente a las iras
del mar.
En los dias de oleaje, Frayburu desaparece como tragado por las espumas,
y vuelve a surgir por instantes con su color negro, su piel de monstruo
marino y la franja de meandros de plata que lo ribetea.
?Este penasco misterioso y extrano exaltaria la imaginacion de un
Hamlet? ?Es la ruina de un castillo? ?Es un enorme delfin? ?Es un
tiburon? ?Es una esfinge que mira al mar, o la cabeza pensativa de un
sabio?
El hombre de
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