ses despues de llegar yo a Luzaro, en la relojeria se
comenzo a hablar a todas horas de las minas de hierro que se estaban
explotando en Izarte, y del embarcadero que se iba a construir en un
extremo de la playa de las Animas.
Estas minas se habian descubierto y comenzado a explotar mientras yo
estaba viajando. Dirigia los trabajos un tal Juan Machin, hijo de
Luzaro, a quien se recordaba haber conocido holgazaneando por el pueblo.
En mis tiempos de chico, hablaba mucho de minerales y de filones de
hierro un senor que se llamaba don Juan Beracochea, de quien la gente
solia burlarse porque andaba con un criado suyo haciendo excursiones por
los montes proximos, y decia que los alrededores de Izarte valian una
millonada.
Beracochea era hombre con tipo de mosquetero: nariz aguilena, barba
negra en punta, sombrero de ala ancha y melenas. Llevaba un baston
grueso, cuyo mango era un martillo, y volvia de sus paseos con los
bolsillos llenos de piedras.
Beracochea tenia fama de hereje; el decia con orgullo que su padre habia
sido uno de los primeros suscriptores a la celebre _Enciclopedia
metodica_ de Diderot. Cuando se murio se encontraron en su casa muchos
libros. La sobrina de Beracochea, que era la heredera, llamo a don
Benigno, el vicario, para que los examinara, y este afirmo que aquellos
libros eran tan malos, que era mejor quemarlos. Algunos preguntaron como
habia averiguado la maldad de estos libros el buen cura, no sabiendo
frances e ingles, idiomas en que la mayoria estaban escritos; pero un
vicario no necesita de eso para comprender la ponzona que hay encerrada
en el papel impreso. Beracochea tenia una porcion de minas denunciadas;
pero, a pesar de la decantada bondad del mineral, no pudo explotarlas ni
venderlas.
En esto aparecio Juan Machin, en compania de unos ingleses; se entendio
con la sobrina de Beracochea, formaron una sociedad y comenzaron a
ganar dinero.
De un vagabundo de mala fama, Machin se convirtio en hombre
todopoderoso: daba trabajo, favorecia a los pescadores, era un
personaje.
Juan Machin se caso con una mujer rica de Bilbao; compro una casa
solariega en Izarte, y comenzo a arreglarla a su gusto.
Varias veces me dijeron que fuera a ver los trabajos y excavaciones que
se hacian en el pueblecito vecino; pero no tenia gran curiosidad, y no
hubiese ido por alli a no aconsejarme mi madre que fuera, aunque por
otra causa.
Mi abuela habia dejado un caserio en Izarte, sobre las dunas de
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