o, no tenia ideas
religiosas.
Garmendia no se atrevia a mostrarse francamente volteriano, y procedia
en la conversacion con insidia, por frases sueltas, por observaciones al
parecer candidas.
Los que mas se indignaban con el eran dos carlistas cerrados, venidos
del interior de la provincia: el uno, administrador de un titulo; el
otro, contratista de piedras.
El administrador se llamaba Argonz; el contratista, Echaide.
Garmendia les sacaba fuera de quicio con sus observaciones, al parecer
ingenuas, pero de doble fondo.
El boticario decia, por ejemplo, que habia conocido algun protestante o
judio, buena persona, y anadia que era para el muy extrano y muy triste
que un hombre que profesaba una religion falsa pudiera ser mejor que
muchos catolicos.
--?Que importa que un hombre sea bueno o malo, si no es
cristiano?--preguntaba Echaide, furioso.
--Hombre, si importa.
--No importa nada--replicaba el otro--. Nada. Si no va a misa, no se
puede salvar.
Garmendia les mortificaba continuamente. Lo mismo Echaide que Argonz
eran muy aficionados a la sidra y al chacoli, y a toda clase de licores.
--Es una lastima--les dijo una vez Garmendia--que los vascongados, a
pesar de ser tan religiosos, sean tan borrachos.
--iMentira!--exclamo Echaide, poniendose rojo de indignacion--. El
pueblo vascongado es un pueblo honrado, y los que le denigran son
indignos de pertenecer a el.
--Son unos canallas--anadio Argonz, con los ojos fuera de las orbitas.
--No lo dudo--replico Garmendia--. Soy tan vascongado como cualquiera,
pero siento que a mis paisanos les pase lo que a los irlandeses, que son
muy religiosos, pero les gusta demasiado el vino.
--?Y que? ?Por que no les ha de gustar?
Los dos carlistas exaltados comprendian que Garmendia era su enemigo, y
uno de ellos dijo una vez, amenazadoramente:
--Lo que hay que hacer aqui es salir al campo con el fusil, y a todo
liberal que se encuentre, ifuego!
--Y por la espalda--anadio el otro, con la cara inyectada de rabia.
El relojero era de estos hombres que a todo el mundo dan la razon, y,
con su lente en el ojo derecho, movia la cabeza, en senal de
asentimiento, a cuanto decian sus contertulios; pero, al marcharse los
carlistas exaltados, murmuraba:
--Son unos barbaros: la Inquisicion no es para estos tiempos. El mundo
marcha.
Esta frase no expresaba para Zapiain mas que el contento de vivir
tranquilo y satisfecho, sin guerras ni trifulcas.
Uno o dos me
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