anto, y al enterarse del motivo de
aquellas alteraciones pregunto irritado:
--Y ?a que viene _ese_?
Dona Rebeca le contesto con autoritario tono:
--Viene a casa de su madre; hace seis anos que no le veo, tiene tanto
derecho como tu a vivir conmigo.
--?Derecho?... El tiene carrera...; tu le prefieres porque es guapo, le
consientes todos sus caprichos y le das dinero....
Descargo un punetazo sobre la mesa, con toda la reciedumbre de sus punos
potentes, y platos y copas saltaron con estruendo y destrozo.
--iEsta borracho!--dijo Narcisa con desprecio.
El se revolvio como una fiera, y le tiro a la cabeza su baston de
cachiporra.
Se dio a gritos dona Rebeca; Narcisa, ilesa, invento un desmayo, y Julio
ilumino con un destello de feroz alegria su vidriosa mirada.
Andres, creyendo que habia herido a su hermana, improviso un segundo
acto melodramatico, y aprovechando una iracunda mirada de su madre,
fingio querer clavarse en el pecho un inofensivo cuchillo de postre.
La candida nina de Luzmela, con un espontaneo movimiento de humanidad,
corrio a estorbarle el "suicidio", y aquella fue la primera vez que el
miro a la muchacha con detencion y de cerca.
La encontro muy hermosa; toda su materia se estremecio, y al entregarle
el cuchillo sin la menor resistencia le sobo las manos groseramente.
Quedo aplacado el guijarreno mozo por la magia de aquella sorpresa, y
como Narcisa creyese prudente recobrarse "del sincope", porque la sopa
se estaba enfriando, se hizo la paz en un minuto, Julio dejo de sonreir,
y todos se sentaron a la mesa, provista de otros platos y de otras
copas.
Comieron de prisa y comieron mucho; alli siempre se comia mucho. Con las
bocas llenas de insultos, en discordia, en pelea, los guisos y las
botellas se despachaban lindamente....
Dona Rebeca, muy amable con Carmen, la llamo _sobrinita_ varias veces y
la insto a repetir de algunos platos.
La nina, incapaz de acostumbrarse a tales mudanzas estupendas, no sabia
si temer o alegrarse en aquella ocasion, y sintiendose al fin contagiada
por la extrana tranquilidad general, espero curiosa la hora del tren
expreso, que era la de las cuatro de la tarde.
X
Creyo dona Rebeca oportuno dar dinero a su hijo Andres, con mas largueza
que de costumbre, para que se fuera contento por muchos dias; pero el
apunando el pago de la ausencia, no se alejo sin rezongar y sin echar
sobre Carmen una mirada licenciosa.
Afortunadamente, la mucha
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