--Ya acudi a don Rodrigo y estuvo en Rucanto; pero Carmen no quiso
decir la verdad; ciega en la mania de sufrir, disimulo el martirio que
padece en terminos de enganar a su tutor; el es algo indiferente, no le
gusta mucho molestarse, y se alegro de poder volverse a casa muy
tranquilo, sin mas diligencias.... iTodo el mal esta en que Carmen no me
quiere!
Y estas ultimas palabras temblaron en el silencio del salon saturadas de
tristeza.
Anhelaba Rita consolarle.... iLe tenia tan en el alma! Cariciosa, le
dijo:
--La nina le quiere...; hablome de usted, poco hace, con mucha ley...;
pero para quererle como cortejo tendra algun reparo.... iComo se ha
dicho que si usted y ella eran hijos del senor!...
El medico, conmovido por subita esperanza, con inseguro acento murmuro:
--Pero ella sabe que no somos hermanos....
Y se quedo seducido por la magia de una ilusion confusa, pensando: iSi
Carmen me fuera esquiva solo por ese temor!...
Despues, como hablandose a si mismo, fue diciendo:
--Ese libro que le dio el padre cura la confunde.
--Si--dijo Rita--; es un libruco pequeno.... ?Verdad?... Tambien a mi
"me le saco" y me relato en el unas cosas muy apuradas "de comer y beber
lloros".... iValgame Dios!...
--El libro es hermoso..., un magnifico libro, Rita; pero ella esta muy
debil y enferma para una medicina tan amarga, y toma del libro, cada
dia, lo que tiene mas de cauterio y revulsivo para curar los males en
almas fuertes y viriles.... Asi se pone peor..., asi se esta matando....
--?Pero esta _picada_ del pecho, senorito?
--Picada esta de locura....
Y Salvador, alzandose de la silla, volvio a cruzar el salon al compas de
sus cavilaciones, mientras Rita suspiraba al son de las suyas....
VII
Aprovecho el medico la ocasion de haber sido llamado a la cabecera de
Julio para menudear sus visitas a Rucanto, y dona Rebeca le recibia muy
amable.
Narcisa, en cambio, le ponia una cara feroz y le zaheria con ironicas
frases, que alcanzaban con su acritud a la nina de Luzmela.
Pasaba Salvador grandes fatigas en aquellas ocasiones; pero las
soportaba con resignacion y hasta con alegria, compensado por el
incomparable placer de hablar a Carmen y de mirarla.
Habia tratado de averiguar si en la casona se tenian noticias de
Fernando, temiendo que la voluntad tornadiza del marino le hubiera
inducido a volver el pensamiento al punto donde, con rara liberalidad,
dejo quietas sus ultimas tentaciones d
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