s crispados, trataba de levantarse, y Carmen media, con mirada
de loca, la altura de la ventana.
_Desdicha_, el gato errante y hambriento, que habia presenciado aquella
escena, huia por los aleros ondulantes con un galope de terror; y en un
alambre tendido sobre el hueco de la tronera, dos golondrinas, recien
llegadas, coqueteaban en un delicioso _palique_ discutiendo sus
proyectos de anidar....
Andres ya se incorporaba rugiente, mascullando amenazas espantosas; y la
muchacha, sin dar un grito, con los labios secos y los ojos llenos de
llanto, le esperaba inmovil, apoyando en la ventana sus brazos
doloridos, sumida en un desesperado proposito.
Se abrio entonces la puerta, tras un violento coloquio de dos voces
agudas y punzantes, y dona Rebeca aparecio en el umbral, oportuna y
piadosa por primera vez en su vida. Carmen tenia, detras de sus
lagrimas, una desgarradora expresion de extravio.
Se abalanzo hacia la puerta entornada y la traspuso, haciendo vacilar a
la senora. En la escalera tropezo a Narcisa y la empujo, dejandola
pegada a la pared, con la boca abierta. Atraveso la casa en una
desalentada carrera, bajo al corral y a poco la portalada roja se
cerraba con estrepito detras de la nina de Luzmela.
En pleno campo corrio sin tino, huyendo siempre....
En la casona, sobre la cumbre del tejado, _Desdicha_ maullaba con
lastimera voz y las dos golondrinas rimaban dulcemente su poema de amor
en el vano de la tronera.
IX
Nadie pudo averiguar por que artes diabolicas fue restituida Carmencita
aquella misma noche a poder de dona Rebeca.
La vieron vagar por el campo como enajenada, con los, cabellos
destrenzados y flotantes y la ropa abierta en turdigas.
Un pastorcillo de Luzmela, que tornando las ovejas la tropezo, oyola
suspirar un nombre conocido, como en demanda de amparo, y ademas la vio
tender sus manos en la sombra creciente de la noche y no atinar con
ningun sendero y perderse en la soledad silente de la vega.
Al dia siguiente, despues de rumiar mucho aquel encuentro extrano, el
pastorcillo llegose al palacio de su aldea a tiempo que la tarde caia, y
pidiendo hablar al senorito, le disparo este discurso:
--Que ayer vide a la nina de esta casa llorando y sola por las mieses y
llamandole a uste.... Y que digo yo que iba muy desmelena y con el
habito rompido....
Salvador, desalado, se aseguro:
--?Pero era ella, de cierto?
--Era ella, como yo soy Pablo....
--?Y como no has veni
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