uel Nino tuerto,
calvo y sucio de la casona?
--Me daba lastima....
--Y Dios ?no inspira mas que lastima?
--Yo no se....
--Dios, alma mia, inspira admiracion suma y fervor y entusiasmos y
alegrias. Dios hace sonreir.... Dios hace gozar....
--?Hace gozar?--interrogo la muchacha, con ansiedad de antojo.
--Ya lo creo--afirmaba la voz convicta y enamorada--. Todo lo bello y
santo de la vida, Dios nos lo da para disfrutarlo.... ?No ves la noche,
que encantadora?... Pues es nuestra y de Dios....
Ella paseo los ojos un instante por la paz divina de aquella hora, y
otra vez respondio:
--Si....
--Yo te llevare--contaba Salvador--a ver muchas cosas admirables que hay
en el mundo.... Iremos por la tierra y por el mar curioseando la
vida....
--Pero Carmen interrumpio, pronta y asustada:
--Por el mar no....
--?Le tienes miedo?
Dijo la nina, con timidez humilde:
--Tengo miedo a los barcos....
Y la imagen apuesta de Fernando floto un segundo, al claror de la luna,
delante de los viajeros, sonreidora y liviana, como una tentacion.
Pero el medico, transformado ya en un hombre impetuoso y triunfador,
aseguro, audaz:
--Tu ya no tendras miedo a nada...; tu seras mi mujercita..., mi gloria,
y ya nadie jamas podra danarte, ni perseguirte, ni hacerte llorar...;
?no sabes que vamos a la paz y a la dicha?...; ?no sabes que vamos a
Luzmela?
Carmen, toda estremecida, toda confusa por un vago tropel de
pensamientos y sensaciones, se descino un poco de los brazos que la
mecian, y mirando a Salvador con hondo afan, le pregunto:
--Dime: ?quien era mi padre?
El detuvo un minuto la respuesta y luego dijo, con acento calido y
seguro:
--El amor.
La nina, incredula, pero fascinada, sonreia.
--?Y mi madre?
--El amor.
Torno ella a sonreir, sacudiendo sobre su frente las crenchas rebeldes
del cabello; despues, muy ansiosa, volvio a preguntar:
--Y tu..., ?quien eres?
Otra vez dijo la voz, convencida:
--El amor.
Y el amor fue a buscar, sediento, un beso en los labios preguntones de
la muchacha.
Pero ella le detuvo con un breve gesto de mujer, lleno de gracia,
ordenandole:
--Espera....
Y en seguida, como si ya no quisiera mas palique ni tuviera mas
ansiedades, se volvio a recostar con abandono inocente en los brazos
amigos, musitando:
--Tengo sueno....
Salvador, acogiendola como cuando era chiquita, todavia quiso averiguar:
--Y ?que espero, di, Carmencita?
--Espera que yo
|