descanse.... Espera que amanezca y que salga el sol....
En la temperie blanda de la noche resbalaron estas palabras pias, con
inflexiones armoniosas de romance, y la mansa brisa que corria a la par
del _Romero_ fue llevando el eco de la voz romancesca por los confines
serenos del paisaje.
Entonces, en la adumbracion del bosque senero y en el cantar ululante
del _Salia_, la resonancia maravillosa de aquella voz repitio, intensa
y vibrante:
--iEspera!...
Y los rizos murmurantes de las hojas nuevas, y las resplandecias
apacibles del cielo, y el olor generoso de la tierra, y toda la
respiracion misteriosa y profunda de la vida, repitieron en un solo
acento, penetrante y firme:
--iEspera!...
Ya la torre de Luzmela, un poco desalmenada, seria y noble, se recostaba
en el azul sin mancha del celaje.
Un gallo trasnochador lanzo su canto estridente fuera de las tapias
enzarzadas de su corral.
El potro andaluz, instigado por la querencia de la cuadra, dejo
deshacerse en el viento, con un bravo resoplido, el ultimo copo blanco
de espuma.
Carmen descansaba en regalada quietud, tal vez sonando con el Dios
bienhechor y piadoso de las almas buenas, y Salvador, inflamado de
anhelos, saboreaba la inmensa felicidad de luchar y de sufrir con la
esperanza en los brazos.
XI
Cuando Rita recibio a la puerta del palacio el maltratado cuerpo de su
nina, tomole bajo su cuidado como un sagrado deposito y le hizo reposar
entre lienzos albos y finos, orlados de puntillas, en la cama dorada,
bajo la colcha joyante y rica....
Mimada y socorrida, hermoseada por la limpieza y el esmero, con el
cabello alisado sobre las sienes y el alma aquietada, la nina de Luzmela
cerro los ojos en la placidez de un sueno leve, incompleto, que no la
desligaba de la realidad y la permitia memorar los suplicios de sus
cinco anos de esclavitud al traves de la sonrisa de su libertad.
En el dulce sopor de aquellas horas, cobijada por la piedad y el amor,
Carmen sentia una secreta voluptuosidad en remover las imagenes
espantosas de la casa de Rucanto y hacerlas desfilar en su memoria como
una procesion negra, maldita y condenada.
Con su breve mano de nina levantaba el velo de compasion que habia
echado siempre su bondad sobre aquella familia enloquecida y barbara, y
se iban presentando en la escena de sus dolores la hermana y los
sobrinos de don Manuel en traza alegorica, en caricatura de miedo y de
risa.
Dona Rebeca iba delante,
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