scapatorias al desvan, Carmen habia
descubierto entre inservibles trastos la imagen tallada en madera de un
Nino Jesus.
Media un palmo de altura, estaba desnudo y era una escultura tosca. La
carita, atristada y borrosa, tenia unos ojos clementes, de los cuales
habian resbalado a las mejillas unas lagrimas de muy dudoso arte.
A Carmencita le dio mucha lastima de aquel inconsolable dolor rodando
por el rostro bendito.
Tomo la imagen y la aseo; y a escondidas, con sobresaltos y recelos, le
hizo una tunica piadosa con el traje blanco de triste membranza.
El Nino estaba sobre un mundo dorado, encima de una peana rustica.
Busco la joven un rinconcito donde colocarle, en uno de aquellos muebles
rotos, y alli escondido le visitaba todos los dias y le contaba en
platica muda y tierna sus dolores solitarios.
Aquella manana fue a verle y le parecio que el tambien estaba mas
afligido que nunca.
Despues se asomo a contemplar la torre grave y maciza de Luzmela, la
torre amiga de su corazon.
Mirandola estaba con sus bellos ojos empanecidos de tristezas, cuando
_Desdicha_ la vino a saludar con expresivos arqueos y ronroneos
apremiantes. Ella le acaricio, prometiendole un regalo para mas tarde, y
como algunas lagrimas ardientes cayesen entonces sobra la piel tigresa
del animal, volvio este hacia la nina sus ojos mortecinos llenos de
mansedumbre y le dijo algo piadoso en su barbaro lenguaje; despues lamio
con delicia las gotas calidas del llanto y torno a sus arqueos y a sus
ronquidos amistosos.
Carmen se inclino hacia el pobre _Desdicha_ hasta rozar con sus labios
rojeantes la piel hirsuta del animal; luego le coloco blandamente en el
alfeizar de la ventana, a la _raita_ del sol, y despidiendose con pesar
de la vista del valle y del cantar del _Salia_, bajo al piso principal,
porque era medio dia, y se comia alli a las doce en punto.
IX
El papelito azul decia:
"_Llego en el expreso.--Fernando_".
Y toda la casa se habia revuelto.
La comida no estaba pronta. Habia un trajin impaciente de muebles en
habitaciones, y cada vez que la madre y la hija se encontraban en medio
de tal jaleo, renian y se increpaban, porque Narcisa, celosa siempre del
hermano buen mozo y seductor, opinaba que aquellos eran demasiados
preparativos para recibirle, y protestaba con satiricas frases de
aquella revolucion inusitada.
En esto llego Andres. Traia hambre y estaba de muy mal humor.
El retraso de la comida le solivi
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