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den.... El tiro las flores distraido y repuso: --Le quitaras ahora para todos los Santos.... Entonces la nina le miro maravillada, tan llena de admiracion, que el, otra vez con acento ardiente, le volvio a decir: --iQue buena eres... y que hermosa! Te quiero mucho, Carmencita, ?me quieres tu algo? Haciendo esfuerzos por serenarse, balbucio ella con timidez encantadora: --Algo, si.... --iDivina..., divina!--murmuro el marino, casi en un soliloquio; y devoraba con delectacion el rubor de la muchacha y su emocion profunda.... Cuando volvieron de aquel breve paseo, Andres se habia marchado sin esperar a comer; Narcisa tenia un pliegue enigmatico en su frente orgullosa, un poco deprimida, y dona Rebeca parecia que habia llorado. Carmen, embebida en algun pensamiento celestial, sin duda, mostraba una expresion nueva y radiante, y Julio, que la perseguia con ojos interrogadores, no quiso comer sin la sal de las lagrimas con que la nina de Luzmela solia sazonar las familiares viandas. XIII Estaba Salvador muy asombrado de los renglones de Carmen. Penso en ir a Rucanto al dia siguiente con pretexto de saludar a Fernando, y le parecieron largas las horas hasta que llegase la de ver a su amiga. Se recibio su visita en la casona con mucho agasajo. Dona Rebeca hizose toda un puro caramelo, y Narcisa, que tardo en presentarse un buen rato, llego emperejilada y grave. Era delgadisima y componia manosamente el desgarbo de sus formas mediante postizos fementidos. Vestia con lujo, y llevaba en la cara vulgar una expresion dura, y muchos polvos de color de rosa. Fernando y Salvador se abrazaron cordialmente; contaban una misma edad y habian hecho juntos algunas memorables jornadas infantiles. Cuando entro Narcisa en la sala, Salvador no pudo remediar cierto azoramiento mortificante, que ella interpreto a su antojo. Llevaba el medico en la solapa una blanca margarita del jardin de Luzmela. La senorita de la casa admiro con insinuante ponderacion la gracia de la florecilla, y el joven, por no saber que hacer ni que decir, se la quito del ojal, ofreciendosela. Fue aquel un momento incomparable para Narcisa; tomo en triunfo la flor, y se la prendio en el pecho, rebosante de gozo.... Fernando convido al medico a comer, y las senoras asintieron a la invitacion con tan buena voluntad, que Salvador no pudo evadirse de aceptarla, aunque estuviese muy disgustado alli. No era experto en artes de co
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