l memorable dia de Todos los Santos en que el medico vio
a la nina enamorada de otro hombre, midio varias noches los salones
solitarios de Luzmela con sus pasos automaticos y sonoros, y se agito
insomne y nervioso, muchas horas, en el monumental lecho de roble donde
don Manuel de la Torre murio sin consuelo.
Y una manana muy nublada y tormentosa, Salvador llamo a Rita y le dijo:
--Esta tarde salgo de viaje.
Rita, que andaba cavilosa leyendo misteriosos motivos en la pena visible
del medico, pregunto alarmada:
--?Adonde, senorito?
--Voy a Paris, como otros anos.
--Pero siempre iba en primavera.... ?Con este tiempo ha de salir de
casa?... ?No oye como "suena la nube"?... Habra temporal.... El viento
levanta tolvaneras por esos caminos.... ?Tanta prisa tiene por
marchar?...
--Prisa tengo, mujer; no puedo esperar ni un solo dia....
Rita, convencida de la decision del joven interrogo con blandura:
--?Despidiose de la nina?
El se volvio a otro lado para responder.
--Ya me despedi.
--?Y queda contenta?
--Muy contenta...; como nunca....
--?Esta seguro, senorito?
--Segurisimo.... Anda, Rita, preparame el equipaje...: pon lo que te
parezca...; poca cosa, una maleta pequena.
--?Va entonces por poco tiempo?
--No lo se todavia...; ya vere.
Y se encerro en su cuarto, en un paseo incansable, como de fiera
enjaulada.
Rita, sintiendo aquellos pasos violentos que desde hacia dias retumbaban
en los aposentos callados con isocrono rumor de maquina, movia la cabeza
y suspiraba, mientras colocaba en una maleta camisas y calcetines y
prendas interiores de abrigo.
Por la tarde, ya ensillado el caballo del senorito, proxima la hora del
tren que habia de tomar fuera del pueblo, rondaba Rita el cuarto del
viajero, muy compungida.
Al salir le dio el medico la mano, y le dijo revelando preocupacion
secreta:
--Si ocurre algo en Rucanto me escribes o me telegrafias, ya te dire
adonde.
Se despidieron.
Toda la servidumbre se asomaba al zaguan; los mozos de las cuadras se
hacian los encontradizos en la corralada, y Rita, detras del senorito,
se enjugaba los ojos en silencio. Partio Salvador, diciendoles a todos
con la mano un adios afectuoso; llevaba en el semblante extrana
expresion de angustia.
XXI
Al siguiente dia, el trasatlantico frances _San German_, que zarpaba del
puerto de Santander, llevaba sobre cubierta un melancolico pasajero de
barba rubia, que desafiando la crudeza de
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