raida, le presento
la frente.
Puso el medico en aquella carne virginal el ascua de sus labios, y salvo
los umbrales de la portalada antes de que dona Rebeca se presentase en
el portal....
III
Rodo un coche dando tumbos por la aspera cambera lindante con la casona,
y en las habitaciones de la misma hubo un revuelo de faldas y un atisbo
fisgon a la vera de los balcones.
Llamaron en la puerta roja dos golpes secos y vibrantes, tan solemnes,
que parecian decir, como en las actuaciones judiciales:
--Abrid, en nombre de la ley....
A dona Rebeca le temblaron los pellejos a falta de otra cosa, y la poca
carne con que Narcisa contaba para adorno de su persona se puso toda de
gallina, muy aspera y granujienta; Julio se revolvio en la cama hostil
quejoso, y la nina de Luzmela se sintio poseida de una vaga inquietud.
Despues de carreras, exclamaciones y cabildeos, bajo la criada a abrir
la puerta, y subio al punto diciendo:
--Que aqui esta el tutor de la senorita Carmen.
La senora de la casa, tan espavecida corno si la hubiesen dicho: "Dese
usted presa", contesto con un leve esbozo de sonrisa:
--Que pase..., que pase....
Repicaron pausadamente unas botas por el pasillo, y entro en la sala,
sombrero en mano, vestido de negro, con rostro afable, algo impasible,
el senor don Rodrigo Calderon, solariego del cercano valle del Nidal.
Con acento muy frio y muy cortes, y lenguaje abierto y conciso, expuso a
dona Rebeca el motivo de su visita.
Le habian asegurado que su pupila, la senorita Carmen, estaba muy mal
hallada en compania de la senora, y maltratada por esta y por sus
hijos..., y la senora comprenderia que era preciso aclarar aquel asunto
cuanto antes y resolver en consecuencia con energica resolucion.
Dona Rebeca apenas podia interrogar disimulando su despecho y su
panico:
--?Y quien nos calumnia?... ?Quien ha dicho?...
--Persona que merece mi confianza; y la senora hara el favor de llamar a
su pupila para que diga en concreto la verdad.
Salio dona Rebeca como un cohete, y en cuanto echo a Carmen la vista
encima, le echo tambien los brazos al cuello.
La muchacha, horrorizada, iba a pedir socorro, cuando se sintio halagada
y besada con besos humedos y repugnantes.
La bruja, lagotera y melosa, contaba, lloriqueando:
--Le han dicho a don Rodrigo mal de nosotros, hija mia; defiendenos tu
que eres una santa..., salvanos de este disgusto tan grande.... Ya ves
mi situacion...: sin din
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