Y el buen mozo tomo para su viaje los fondos de la familia, todos los
ahorros de la renta, destinados a pagar deudas apremiantes, y "el
quinto" de Julio, y salarios y obligaciones urgentes de la casa.
En las entranas hueras de la caja dejo Fernando un billete que no era,
por cierto, de Banco, y que decia:
"Tengo que marchar inmediatamente, sin tiempo para despedirme, y llevo
este dinero porque lo necesito y porque algo he de disfrutar yo de la
herencia de tio Manuel...."
Dona Rebeca, ante la insolencia provocativa de aquella arrasada, se
desato en improperios contra el hijo guapo de su corazon, y pensando con
terror en el desquite que Narcisa se iba a tomar a costa de aquel
despojo, entono la salmodia estupenda de sus refranes:
_--Al arca abierta, el justo peca.... Del enemigo, el consejo.... Fiate
de la Virgen...._
iEra toda un puro berrinche la senora de Rucanto!
Narcisa, enterada del suceso, tuvo la mas despiadada y cruel sonrisa
para la boca abierta de la madre y de la caja, y encogiendose de hombros
comenzo a congratularse de haber acertado en sus pronosticos. Y todos
sus ademanes y sus dichos eran una jactancia orgullosa de sibila, una
mofa hiriente y sangrienta para la desmelenada senora....
Julio no paro mientes en los gritos de las damas ni en la desaparicion
de la bolsa, sino en la cartita que la criada, guinando maliciosa, llevo
al cuarto de la novia. Aquel acontecimiento habia hecho reir a Julio a
carcajadas por primera vez en varios anos.
Todo se desquicio lugubremente en la casa de Rucanto desde aquel punto y
hora.
Ya no hubo un minuto de paz ni siquiera aparente; ya, sin la blanda
influencia de Fernando, se volvio a endurecer la vida aspera y zaharena
de aquella gente; ya, sin dinero y con trampas y apuros, volvio la
estrechez de los dias negros a caer implacable sobre el tragico caseron.
Cuando Andres se entero por Narcisa de la hazana de su hermano, dio de
punetazos a los muebles y de patadas a las puertas, y crujieron maderas
y cristales, temblaron las habitaciones y rodaron las blasfemias de una
estancia en otra con un eco sacrilego y temerario.
Dona Rebeca, tiritando de miedo ante aquel furor, huyo como alma
diablesca por los misteriosos escondrijos de la casona.
En el paroxismo de su ira oyo Andres el nombre de Carmencita.
--?No sabes?--le decia su hermana, serena en medio de aquella
borrasca--: "la dejo plantada".
El barbaro mozo se calmo de repente, deteniendo el t
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