do: iSanta! Todavia no lo soy; me sublevo; me he mofado de
ellas con Salvador..., las he acusado..., casi las odio.... iDios mio,
hazme buena, hazme santa!...
Dona Rebeca, jadeante, necesitaba descansar; paso en seguida de lo
tragico a lo jocoso; con una extraordinaria facilidad, para decir:
--"_No por mucho madrugar amanece mas temprano_".... "_El que con ninos
se acuesta_...."
Entro en aquel momento la senorita de la casa. Estaba muy retepeinada y
garifa, en prevision de que la hubieran llamado para aceptar
benignamente los homenajes del medico, pero habia oido los gritos de su
mama, y acudia cenuda y grave al lugar de la catastrofe.
Viendo a Carmen descolorida y confusa, desmelenada y rendida a su madre,
adivino el resultado de sus tentativas, y ya se iba a insolentar, cuando
una voz providente dijo en la puerta:
--Senora, un telegrama....
Dio dos saltitos dona Rebeca para apoderarse del papel azul, y Narcisa,
olvidada de sus propositos, giro como una veleta hacia la noticia
telegrafica.
VIII
Aprovecho Carmen aquel afortunado momento para escaparse. Tenia en el
desvan un pequeno refugio donde habia pasado muchas horas de miedo y de
dolor.
Era un cuartito con una tronera alzada sobre el alero del tejado; nadie
le habitaba, y ella solia subir alli a ver como el sol pasaba por el
valle, a mandar un beso a la torre lejana de Luzmela y una oracion al
alto cementerio, donde su protector dormia ajeno a tanta desventura.
Se oia desde el alto rincon la voz recia del _Salia_, acordada en
eterno cantar glorioso.
Carmen, engolfandose alli en la exaltacion de los mas altos
pensamientos, no desdenaba la amistad de un ser miserable, que solia
esperarla en el solitario lugar y acariciarla humildemente.
Era un gato, que habitaba casi siempre por aquellos andurriales huyendo
de la escoba de dona Rebeca.
Tan ruin era y tan feo, que le llamaban _Desdicha_.
Carmen le llevaba con frecuencia algo de comer, y el pobre animal le
pagaba su compasion con artisticos arqueos y amorosos ronquidos.
Muchas veces, contemplando ella los cambiantes policromos de los ojos
del gato, pensaba que eran aquellas bestiales pupilas las unicas que en
la casona la miraban sin encono; y cuando el maullido blando y lastimoso
de _Desdicha_ la llamaba con carinosas inflexiones de gratitud, le
sonreia como a un ser racional y le hablaba dulcemente, respondiendo a
sus insinuantes confidencias....
En una de las frecuentes e
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