ermos con la misma atencion que
cuando de su carrera hacia estimulo de prosperidad y base de la
existencia, solo que ahora habia renunciado a la subvencion del
Municipio para que otro medico la disfrutase.
Enamorado de su profesion, hizo de ella un culto piadoso, que practicaba
en favor de los pobres. De la herencia que libremente podia disfrutar
solo tomaba lo preciso para sostener el decoro de la casa y hacer algun
viaje a las grandes clinicas extranjeras, en demanda de luces y medios
con que extender en el valle la misericordia de su mision.
Asi las gentes le adoraban y le bendecian, y el paseaba por los campos
su conciencia pura, con la santa simplicidad de un apostol del Bien,
convencido y ferviente.
Desde que se reconocio hijo sin nombre de una infeliz aldeana, humillo
su corazon en una mansedumbre dignificadora, que le conforto y sirvio de
alivio a sus intimas tristezas.
Luego, su vida tuvo un doble objeto santo y noble: derramar los
consuelos de la mas piadosa de las ciencias sobre los dolientes sin
ventura y velar por la dicha de Carmen.
Era para el una suprema delicia espiritual el consagrarse de lleno a
pagar en la hija la inmensa deuda de gratitud contraida con el padre.
Su oracion cotidiana consistia en memorar los bienes recibidos de
aquella prodiga mano que salvo a su madre de la desesperacion, la
levanto de la ignominia y la honro haciendo del nino desvalido y
miserable un hombre de sano corazon, enveredado por una senda segura de
la vida.
Despues de enfervorizarse con esta membranza sentimental y preciosa,
Salvador discurria amorosamente sobre el porvenir de su protegida.
El nada sabia de los misteriosos terrores que la nina le habia inspirado
la sola idea de que dona Rebeca la llevase de la mano camino adelante,
ni mucho menos sospechaba las torturas que la pobre criatura padecia en
poder de los de Rucanto.
Como todas sus atribuciones sobre la pequena eran morales y secretas,
Salvador no se atrevia a significarse visitandola demasiado y se
limitaba a verla con toda la frecuencia posible dentro de una prudencia
conveniente.
Antes que la nina partiese de Luzmela pudo el abrazarla y prometerla
toda su fortuna y su desvelo.
Carmen habia llorado sobre aquel noble corazon con un silencioso llanto
contenido y acerbo, que era acaso, mas que el desahogo del dolor
presente, el presentimiento agudo del futuro dolor.
--Todo cuanto te ocurra, me lo contaras le habia suplicado el joven--.
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