z que rodea todos los recuerdos de las pasadas ilusiones. Todas
las frases de intimo elogio, de profundo orgullo con que antes se regalo
la imaginacion, resuenan con eco de burla en la pobre alma abatida,
llena de vergueenza.
"Pero es preciso intentar una rehabilitacion--decia Lazaro para si.--?Y
como? Todos murmuran de mi, y si manana se ofrece hablar de mi discurso,
diran todos que fue detestable, malisimo. Correra de boca en boca,
llegara a oidos de todas las personas que me interesan. Ella lo sabra,
se reira tal vez de mi. Todos se reiran ahora."
Lo mas particular es que desde que bajo de la tribuna empezaron a
ocurrirle grandes pensamientos, magnificos recursos de elocuencia,
soberbios golpes de efecto, citas oportunisimas; y estaba seguro de que
diciendo aquello, arrancaria grandes aplausos. Pero ya era tarde: estaba
alli mudo y perplejo, cubierto su espiritu de una nube sombria.
Entre tanto, el nuevo orador divagaba a sus anchas por el campo de la
historia y de la politica, y, por ultimo, expuso la necesidad de la
manifestacion preparada para el siguiente dia. Todos se levantaron
unanimes, gritando: "iSi!" Todos prometieron concurrir, y tres o cuatro,
encargados del ceremonial, dieron cuenta del arreglo de la procesion, se
fijo la hora, se designo el punto de reunion. Los _bravos_ sucedieron a
los aplausos, y los aplausos a los _bravos_, y al fin la sesion termino.
Los socios comenzaron a salir; pero aquella fraccion ignorante y
turbulenta, que ocupaba siempre uno de los rincones del cafe, no creyo
conveniente salir sin decir algo. Calleja subio a una silla y grito,
dirigiendose a los suyos.
--iSenores, serenata a Morillo!
La idea fue acogida con estrepito. Morillo era el Capitan general de
Castilla la Nueva. Enemigo do asonadas tumultuosas, habia tomado sus
medidas para impedir la procesion. Una parte del pueblo se agolpo junto
a su casa en la noche del 17, atronando toda la calle con espantosa
cencerrada.
--iSerenata a Morillo!--dijo Calleja saliendo de la _Fontana_ y
reuniendo toda la gente dispuesta para el caso que por alli pasaba.
No sabemos por donde vino; pero alli estaba Tres Pesetas. Nuestros tres
amigos y Lazaro salieron de los ultimos y se acercaron por curiosidad al
grupo que Calleja habia formado.
Entre tanto, el barbero paso en dos zancajos a la otra acera, y se
acerco a la puerta de su casa. Su mujer salio a encontrarle.
--Ciudadano, ?has hablado?--le dijo.
--No, ciudadanit
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