n esta, cuya belleza era notable, habia formado el padre proyectos
matrimoniales que remediaran la ruina que ya le amenazaba. El pleito
comenzaba a aparecer formidable, siniestro, terrible, como un monstruo
de multiples miembros; habiase apoderado de la casa, la estrechaba, la
devoraba, la consumia. Un pleito es un incendio; pero mas terrible,
porque es mas lento. La casa ilustre comenzaba a desmoronarse: era
inutil que le quisieran poner un puntal aqui, otro alla; la casa se
venia al suelo, porque el monstruo terrible no cesaba en su actividad
destructora. Lo unico que logro don Baltasar fue disimular su ruina.
Nadie creia que aquella casa poderosa estaba devorada por los
acreedores. Solo Elias Orejon, que gozaba sin sueldo de las
preeminencias de intendente, lo sabia. Don Baltasar fundaba su esperanza
en Salome, cuyo peinado de canastillo habia seguramente gustado mucho al
joven Duque de X..., que buscaba esposa en la tertulia de la citada
Duquesa de Chinchon.
Salome era entonces una Silfide. Ninguna le igualaba en esbeltez y
delicadeza: vestia con suma gracia y sencillez, y bailaba el minueto da
una manera tan sutil y ligera, que aparecia del modo menos terrestre
que es posible en la figura humana.
El Duque se enamoro de ella como un loco: hizo que uno de los mas
enfadosos poetas de aquel tiempo escribieran unas estrofas amatorias,
que el joven apasionado deslizo suavemente en la mano de Salome a la
salida de un baile. Sentimos no tener a mano estas estrofas, porque son
un documento notable y digno de ser conocido. En prosa neta contesto la
joven; pero no fue menos expresivo su estilo. Hicieron amistades; de las
amistades pasaron al galanteo, y del galanteo al proyecto de boda. Don
Baltasar creyo en el afianzamiento de su casa; pero se llevo un terrible
chasco. De repente los Duques de X ... se opusieron al casamiento de su
hijo; Salome estuvo siete dias en cama con dolor de muelas; su padre oyo
con sumision la homilia que el fraile le espeto por via de consuelo, y
Elias Orejon le leyo en seguida unas terribles cuentas, que le hicieron
el efecto de un tosigo.
La joven empezo entonces a enflaquecer. Por un amigo de la casa hemos
sabido que antes que el peinado de canastillo impresionara tan
energicamente al joven Duque, habia indicios para creer que a Salome no
le era del todo indiferente un teniente de husares del Rey, que media la
calle del Sacramento lo menos cien veces al dia. Es tambien seguro que
Salome pa
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