imposible vivir con aquel hombre
misantropo y cruel, melancolico y feroz como un fanatico musulman. iCuan
contrarias las ideas de uno y otro! ?Que podia hacer? ?Fingir y ser
hipocrita? ?Aparentar un amor a la tirania que le parecia criminal? "No:
eso no puede ser", pensaba Lazaro. Ademas, en la agitacion actual de los
partidos, fingir semejantes ideas era peor que profesarlas. El viejo no
podia admitirle en su casa. Entonces, ?que determinacion debia tomar?
?Adonde iba? ?Volveria a Ateca? ?Y Clara?
Al acordarse de su infortunada companera, los pensamientos del joven
tomaron otro sesgo. La idea de los pesares de aquella infeliz, condenada
a vivir con un ser tan antipatico, principio a atormentarle. Era preciso
ir alla y ver lo que pasaba en la casa. ?Pero como, si era imposible
visitar a su tio?
?Iba o no iba? La necesidad le apremiaba. Estaba solo, agobiado de
extenuacion, hambriento y desnudo. Doce cuartos era toda su fortuna;
porque en el camino habia perdido un doblon, y los gastos de viaje
consumieron el otro. Entre tanto se acercaba la noche y no tenia donde
dormir. Si acudia a casa de sus amigos, temia no encontrarlos tan
benevolos como la noche anterior. Ademas, eran pobres, tan pobres como
el, y no podian darle agasajo.
Era preciso ir. Tambien se le ocurrio tomar el camino de su pueblo y
volverse alla. Conocia un arriero en el parador, que le llevaria de
fiado. Pero ?y Clara?
Estos eran sus pensamientos cuando acerto a pasar por la _Fontana_.
Sintio gran algazara, parose maquinalmente y tuvo intenciones de entrar.
"No--dijo dominandose--no entrare." Y al mismo tiempo dio un paso hacia
la puerta.
Sin embargo, atraccion fatal le arrastraba hacia aquel recinto, abismo
de sus primeras y mas bellas ilusiones.
Los sonidos que alli dentro se oian retumbaban en su cerebro como ecos
infernales de singular fascinacion.
Retrocedio, volvio a avanzar, se consulto, discutio mentalmente, y al
fin, uniendose la curiosidad a su instintivo deseo de entrar, no dudo
mas y entro.
Estaban en una discusion muy acaloraba. Por todas partes se alzaban
voces, lo mismo en la region turbulenta del publico que en la del club.
El que estaba en la tribuna logro dominar el ruido y pudo hacerse oir;
pero bien pronto los gritos ahogaron de nuevo su voz. Trataba de la
vergonzosa derrota que habian sufrido los exaltados ante la autoridad de
Morillo, y algunos habian llevado esta cuestion a un terreno personal.
Celosos del decoro
|