cia por si solo! ?Pues que habia
de hacer el pueblo, si veia que el Gobierno permitia la conspiracion
constante del Palacio real, y encarcelaba a los buenos liberales porque
cantaban el _Tragala?_
--Es claro: lo que quieren es enganar al pueblo, infundirle miedo con su
orden, y siempre con su orden....
--Mientras vivan ciertos hombres--dijo el Doctrino sombriamente,--nada
adelantaremos. No conviene ahora decir quienes son esos hombres que
deban desaparecer; pero a su tiempo se nombraran.
El Doctrino tenia algo de lugubre, hablaba poco, y siempre con una
lentitud melancolica que anunciaba en el pensamientos ocultos y un frio
y siniestro calculo que no queria dejar traslucir.
--Eso mismo digo yo--repitio Aldama, que estaba resuelto a no desairar
la botella mientras tuviera dentro alguna cosa.
--Pues lo primero, senores--dijo Alfonso,--es constituirnos de cualquier
modo que sea. Veremos si se encuentra un buen local donde podamos
reunimos en mayor numero.
--Nos reuniremos al aire libre si es preciso. Lo que nos importa es
buscar gente, y de eso yo respondo. Pasado manana nos congregaremos
aqui, y yo traere dos o tres amigos, que es como si trajera medio
Madrid. iVeran ustedes que mozos!
--Pues bien, hasta pasado manana, tu vendras, Lazaro--dijo Alfonso.--Yo
mismo ire a buscarte. Quiero que no te desanimes ni te aburras. El
porvenir es para nosotros, chico. Hay que hacerse lugar, porque esto
esta perdido. Las ideas van en baja, y fuerza es que la juventud sea lo
que debe ser: la iniciadora y la reveladora de los grandes principios.
--Vendre--dijo Lazaro con poca determinacion. Levantaronse Alfonso y
Cabanillas, y se despidieron.
Lazaro hizo lo mismo, y los tres se marcharon. El Doctrino y el Curro
quedaban alli. No es aventurado conjeturar que, al quedarse solos, la
botella, a que tanta aficion habia mostrado Aldama, estaba
completamente vacia.
Cuando se vieron solos y sintieron bajar la escalera a los otros, el de
la botella dijo:
--?Cuanto te ha dado ayer el tio Coletilla?
--Mira--dijo el otro sacando cuatro onzas y algunos doblones de un
bolsillo grasiento.
--iAh, marrajo!--exclamo Aldama, mirando con brillantes y avidos ojos el
oro:--dame siquiera una. Debo cuatro meses de casa y mas de seis duros
de prestado.
--Poco a poco: no hay que despilfarrar el tesoro del Rey--dijo el
Doctrino, guardandose majestuosamente en el bolsillo el erario
revolucionario.
--Vamos, Doctrinillo, damela. Ya
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