tema de
clausura empleado en la joven por sus tres carceleras, por aquel Cerbero
femenino de tres cabezas y tres cuerpos, era inexorable. Clara vivia
peor que un cenobita, peor que esos prisioneros de que hablan las
historias antiguas, sepultados en vida, cuerpos vivos para el dolor y
los horrores de la soledad. iDios tenga piedad de esta infeliz!
Pero si Lazaro no podia verla, el abate Carrascosa pudo aquel dia, con
permiso de la devota, entrar a enterarse de la salud de _su senora dona
Clarita_; y al hallarse con ella, saco un papel del bolsillo, y
haciendole senas de que callase, se lo dio a la joven furtivamente. Sin
decirle una palabra, salio.
Clara se puso como la grana; su primer pensamiento fue romper la carta;
pero le ocurrio que podia ser de Lazaro. Tal vez el pobre muchacho se
habia decidido a escribirle, no pudiendo verla, y se valio del abate,
que era sin duda su amigo. Guardo en el seno la carta, y espero.
La devota no tardo en venir, y se sento junto a ella.
--?No sabe usted--dijo--que vamos esta tarde a la procesion del
Divino Pastor?
--?Si?--contesto Clara maquinalmente.
--Si; pero usted no va. Han resuelto que se quede usted aqui, porque las
jovenes que estan en penitencia no deben salir nunca de casa. ?No piensa
usted lo mismo?
--Lo mismo--dijo Clara, temblando por miedo de que le conocieran en el
semblante que tenia una carta escondida.
--Vamos al balcon do una amiga nuestra, desde donde se ve todo
perfectamente. Estara muy vistoso. De San Anton salen tres imagenes, y
dicen que es tambien muy probable que salga el Cristo de las Llagas de
la capilla de Santa Maria del Arco. Todo esto pasa por la calle de San
Mateo, a donde vamos nosotras.
No dijo mas. Ya estaba arreglada para salir. Su vestido era el de las
grandes solemnidades, el mismo de otras veces; pero icosa singular! su
toca estaba plegada en la frente con cierta presuncion de monja novicia,
presuncion que no carecia de gracia. Su manton, cuyo velo impenetrable
le cubria otras veces completamente el rostro, aparecia ahora echado
hacia atras con una franqueza que el rigido dominico de la antigua casa
de los Porrenos habria calificado de desenvoltura.
Si Clara hubiera estado menos preocupada en aquel momento y tenido un
caracter mas observador, sin duda se habria de admirar al ver a dona
Paulita afectada de distracciones intermitentes; habria notado que se
sonreia con frecuencia, moviendose sin cesar; que despues se ponia mu
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