persona; que usted....
--?Que no tengo poderes?--dijo Elias.--Cuidado con los ninos.
iLiberalitos al fin!
--Y parece que quieren armar un alboroto esta noche--dijo Carrascosa,
seguro ya de la mentira que habia de encajarle.
--iEsta noche!--exclamo Elias, llevandose las manos a la cabeza. iEsos
chicos estan locos! Lo van a echar todo a perder.... Pero quien les ha
dicho que esta noche. iVaya con los ninos! Pero voy alla al momento.
--Venga usted, porque si tarda....
--Voy, voy al momento. Cerrare la puerta y me llevare la llave. No
importa. Las senoras tienen otra.
--Vamos.
El abate habia conseguido su objeto, que era alejar a Coletilla de la
casa aquella tarde, para que Clara se quedase sola. En tanto las
esfinges se acercaban al termino de su viaje, y Lazaro las seguia,
revolviendo en su mente el plan que en un momento de colerica
inspiracion habia concebido. Consistia este plan en dejar a las tres
ruinas en medio de la calle, cuando ellas estuvieran mas distraidas con
la procesion, y volver atras. Pero esto tenia sus inconvenientes. ?Como
entraba en la casa? ?Rompiendo la puerta? ?Y su tio que estaba dentro?
Terrible era aquella situacion. iVivir con ella y no verla! Oir que
continuamente imputaban a aquella infeliz faltas y crimenes inauditos, y
no poder acercarse a ella y preguntarle. "?Que has hecho?".
Las tres Porrenas marchaban acompasada y pomposamente, sin proferir una
palabra. Asi llegaron a la casa desde donde habian de ver pasar la
procesion, que era la casa de un clerigo llamado don Silvestre
Entrambasaguas y de su hermana dona Petronila Entrambasaguas.
CAPITULO XXVIII
#El ridiculo.#
Era don Silvestre un clerigo carilleno, bien cebado, grasiento, avaro,
de caracter jovial, algo tonto, mal teologo y predicador tan campanudo
como hueco. Su hermana era una duena quintanona, gruesa y muy pequena,
con la nariz del tamano de una almendra y del color de un tomate,
abultadisimo el pecho, y el talle y las caderas tan voluminosas que le
daban el aspecto de un barril. Las tres ruinas aristocraticas no
hubieran nunca descendido en sus buenos tiempos a tratarse con aquel par
de personas de baja extraccion (porque eran hijos de un tocinero de
Almendralejo, y el cuido cerdos en las dehesas de Badajoz hasta que
entro en el Seminario); pero en los tiempos de decadencia podian
visitarse y tratarse, aunque siempre con cierto decoro, y estableciendo
tacitamente la diferencia de las antig
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