deando y con mucha fatiga al extraviado ridiculo. Lo
tenia una mujer que lo estaba registrando, y viendo, que no contenia
cosa de valor, no parecia mostrar gran empeno en conservarlo. Lazaro lo
tomo. El oleaje del gentio le habia llevado a gran distancia de la casa
de Entrambasaguas. Desde el balcon no podian verle. No dudo mas, y echo
a correr por una de las calles transversales hacia la casa.
La ansiedad propia de la situacion y la marcha precipitada le agitaron
de tal modo, que tuvo que detenerse para respirar. Por fin la veria sin
duda. Llego a la casa, entro, subio la escalera; pero antes de
resolverse a abrir se detuvo, y necesito apoyarse en la pared, porque la
agitacion le habia quitado las fuerzas. Penso que ella se asustaria al
verle entrar tan descompuesto, al sentir abrir la puerta. Por fin, con
la mayor cautela, puso la llave en la cerradura, le dio vueltas y abrio
muy quedo. Entro, volvio a cerrar y dio algunos pasos. Era ya tarde: la
casa estaba obscura; no veia nada. Anduvo a tientas un rato. Al fin
distinguio los objetos, y siguio por el pasillo.
Silencio sepulcral reinaba en la casa. "Sin duda don Elias duerme
arriba"--penso, y siguio andando hasta acercarse a la puerta del cuarto
donde Clara debia estar. "Para que no se asuste" penso Lazaro, tremulo
de emocion, como quien va a cometer un crimen,--lo mejor sera
acercarme a la puerta y llamarla muy quedito. "Asi no se asustara."
Avanzo mas, llego a la puerta, y tomando aliento para pronunciar las
dos silabas de aquel nombre que amaba tanto, se paro, y con voz baja y
conmovida dijo: "Clara."
Pero en el instante mismo en que pronuncio esta palabra, se estremecio
de sorpresa y terror. Un frio intenso circulo por todo su cuerpo; toda
la sangre se le agolpo al corazon, que latia con violencia
desenfrenada, y quedo inmovil como estatua junto a la puerta. En el
momento de pronunciar el nombre de Clara, habia sentido dentro de la
habitacion una voz de hombre, una voz de mujer y pasos precipitados.
Pronto veremos lo que hizo.
CAPITULO XXIX
#Las horas fatales.#
A las cuatro de aquella tarde, cuando, despues de salir las tres damas,
Clara se encontro sola, quiso satisfacer su curiosidad leyendo la carta
que le habia dado el abate; pero observo que Elias andaba por el
pasillo: tuvo miedo, y la guardo. Media hora despues, habiendo Coletilla
salido con Carrascosa, se quedo sola, enteramente sola y encerrada.
Entonces abrio la carta. Era sin
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