ro siquiera al ramplon Gerundiano.
Salieran a la calle, y Lazaro estaba tan enfrascado en sus pensamientos,
que empezo a andar, dejando atras a las dos senoras.
--iEh! caballerito--dijo Salome, que estaba muy biliosa aquella
tarde,--?que manera de portarse es esa? ?Nos deja solas en medio
de la calle?
--iOh! que caballero tan cumplido hemos traido--dijo Paz, cuyo
temperamento sanguineo tenia aquella tarde, sin causa conocida, una
irritabilidad inusitada.
Lazaro retrocedio y modero el pago
--Y bien podria usted--anadio la dama,--portarse mejor delante de las
personas extranas. Ni siquiera ha saludado usted a aquellas ... gentes
(Paz usaba esta denominacion general y vaga, para designar a todas las
personas que por su progenie estaban en escalon mas bajo que ella en la
jerarquia social.) iQue diran de nosotras! iAh! Paulita, no puede andar.
Vamos, don Lazaro, de usted el brazo a mi sobrina. Apoyate en don
Lazaro, Paula, que estas muy mala. iAh! Triste cosa es llevar por
acompanante a un caballerito como este.
El aragones balbuceo algunas excusas, y dio el brazo a dona Paulita.
Andando, sintio que la devota pesaba en su brazo como si fuera de plomo.
Iba muy arrebujada, en su manton y caminaba con dificultad.
--Va usted muy a prisa--dijo, pesando mas fuertemente en el brazo
del joven.
Lazaro modero el paso.--Ande usted un poco mas--dijo despues,
aligerandose de peso, hasta el punto de que el se sintio arrastrado.
Lazaro avivo el paso.
--iQue noche tan clara!--exclamo ella deteniendose y mirando al cielo.
Lazaro se detuvo y miro al cielo. Las otras dos marchaban detras a
alguna distancia.
--Nunca he visto una noche asi. Nunca he visto las estrellas brillar
de ese modo, ni moverse asi ... con esa vibracion que parece que
estan hablando.
--iHablando!--dijo Lazaro muy sorprendido del simil de la santa.
--?Usted extrana eso?--dijo ella, mirandole con tal fijeza e intensidad,
que el mancebo creyo que dos estrellas habian bajado a esconderse en los
ojos de Paulita.
--Si: ?no le parece a usted...?
--Senora, yo las veo; pero....--Pues a mi me parece que las oigo.
En esto se cayo al suelo, desprendido de las manos de la dama, el
manuscrito de Silvestre Entrambasaguas.
--Senora--dijo el joven, inclinandose para recogerlo, observe usted que
se ha caido este sermon.
--Dejelo usted--exclamo ella con mucha viveza; y tirandole del brazo
para impedirle que recogiera el manuscrito, avivo despues el p
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