Ustedes no seran tan inhumanas. Esperaran a
manana; esperaran a que venga el.
--Ha dicho que no vendra hasta dentro de tres dias. ?Cree usted que el
no se ocupa de otra cosa que de proteger mozuelas como usted?
Diciendo esto, Paz tomaba por un brazo a Clara y la llevaba con grande
esfuerzo hacia la puerta. La pobre huerfana tenia sin duda mucha fuerza
de espiritu cuando no cayo alli mismo sin sentido; y sin duda era
tambien harto angelical y delicada, cuando no contesto con injurias a
las injurias de la cumenide aristocratica, baldon de los Porrenos. Aun
creia la infeliz que sus ruegos podian ablandar a aquellos dos
energumenos de corazon empedernido por el hastio, la insociabilidad y la
amargura de una vida claustral. Aun les suplico: otra vez se volvio a
arrodillar delante de Maria de la Paz, y le tomo las manos, aquellas
manos nacidas sin duda para un punal. La vieja la retiro con violencia;
su brazo se alzo; y a pesar de la dignidad que procuraba imprimir
siempre a su caracter, a pesar de la nobleza de su raza, a que parecia
deber igualarse en la nobleza de sus sentimientos, maltrato a una
huerfana infeliz a quien antes habia calumniado. La vieja ridicula,
presuntuosa, devota, expresion humana de la mayor necedad que pueda
unirse al mayor orgullo, puso su mano en el rostro de la doncella
abandonada y debil, que ofendia sin duda, con su juventud y su sencillez
el amor propio de aquellos demonios de impertinencia.
--iAy, ay, ay! Paz, por Dios, no te arriesgues--dijo Salome chillando
con horror, como si la inofensiva Clara tuviera un punal en la
mano.--Dejala, dejala.
--iLa mataria!--dijo Paz apretando los punos y ahogada por la colera.
Salome puso sobre los hombros de Clara el manton, que al entrar en la
casa habia traido. Despues extendio sus brazos de esqueleto y la empujo
hacia la puerta con tal violencia, que la desdichada huerfana estuvo a
punto de caer al suelo. En tanto decia:
--No sirvo para estas cosas. Me descompongo. Vayase usted pronto, nina.
No de lugar a que la tratemos con rigor.
Clara salio; fue arrojada por los brazos robustos de la vieja Paz, y por
los brazos entecos y nerviosos de la vieja Salome. Aun es probable que
esta, al darle el ultimo empuje, crispo sus dedos de gavilan, haciendo
presa con sus unas en un brazo de la victima. La puerta se cerro con
gran estrepito, y las voces destempladas de los dos demonios sonaron por
mucho tiempo en el interior. La huerfana bajo con el corazon
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