os monosilabos del Deseado. Al fin sintieron
el ruido de un coche que paraba a las puertas de Palacio.
--?Quien sera?--dijo el Rey con una gran alteracion de semblante y
pasando a la camara.
Anunciaron al ministro de la Gobernacion. Fernando volvio a la camarilla
y miro a Elias con una cara en que el consejero leyo despecho y
desaliento.
--iEl ministro de la Gobernacion! ?No me dijiste que iba tambien alli?
--Senor--dijo Coletilla, en la actitud de una zorra apaleada,--preciso
es que haya acontecido algo extraordinario. Feliu tambien iba alla.
--iEsta aqui!--dijo Fernando, hiriendo fuertemente el suelo con el
pie.--Todo se ha perdido. Feliu viene; escondete por ahi cerca. Le
recibire aqui mismo. Quiero que oigas lo que dice.
Escondiose Coletilla. El Rey hizo pasar al ministro a la camarilla.
Venia Feliu muy agitado; pero Fernando estaba sereno, al menos en
apariencia. Indico que acababa en aquel momento de tener noticia de una
borrasca popular, y que la juzgaba de poca importancia.
--Senor--dijo el secretario,--mas que un motin producido por el
descontento del pueblo, parece esto un complot ideado por personas que
hacen de ese mismo pueblo un instrumento de disolucion y anarquia.
--?Pero quien, pero quien?--dijo Fernando fingiendose incomodado, y lo
estaba en realidad, aunque por causa distinta.
--Esos exaltados, enemigos constantes del Gobierno de V.M., porque no
les permite llevar el uso de los derechos hasta el desenfreno.
--?Pero que piden esta noche?
--Han pretendido allanar la casa de Alava; han intentado asesinarle, a
juzgar por la actitud de las turbas que alli se reunieron. Pero avisado
oportunamente por un joven que estaba en el secreto de la conspiracion,
dio parte y se colocaron algunas fuerzas dentro de la casa, pudiendo
evitar un horrible crimen.
--?Y donde ha sido eso?
--En la plazuela de Afligidos.
--?No vivia Alava en la calle de Amaniel?--pregunto el Rey con una
mirada que estuvo a punto de turbarle.
--Si, senor: alli vivia; pero desde algun tiempo se ha mudado a esta
otra casa, que es suya tambien. Por fortuna, las turbas no han podido
realizar su infame designio. Al separarme yo de mis companeros, el
ministro de la Guerra habia dado las ordenes necesarias, y el orden
estaba restablecido completamente.
--Pero no puedo comprender que se amotinara todo un pueblo para
atropellar a un solo hombre. ?No seria que en esa casa se reunian muchos
de los que el pueblo odia? De
|