agudo y sus ojos expresaron el pavor mas grande.
--?Que tienes, que hay?--dijo Lazaro con sobresalto. Clara, tal vez
dominada por el miedo, habia creido ver instantaneamente en el tragaluz
los ojos vivos, la nariz puntiaguda de Elias Orejon, su tirano y
protector.
--?Eres tonta?--le dijo Lazaro.--?No ves que eso es efecto del miedo?
El miro y examino atentamente: no habia nadie. Salieron al patio, que
estaba lleno de escombros y de lena, y tampoco vieron nada.
Indudablemente habia sido efecto del miedo.
El dia siguiente paso sin ningun suceso notable, y al anochecer llego
Bozmediano. Lazaro, desde que le vio entrar, conocio que no estaba
tranquilo.
--?Que hay?
--Mucho peligro. Le acechan a usted. Yo he venido acompanado, por temor
de tener algun encuentro. Pero no tema usted. He traido bastante gente y
estamos seguros. Ahora mismo se van a marchar ustedes.
--?Y saldremos ahora mismo?--dijo Clara con alegria, esperando no ver
mas aquel tragaluz y dejar para siempre a Madrid.
--Si, ahora mismo. Ya les he preparado un coche para que vayan de aqui a
Torrejon, donde tengo yo una casa. Alli pueden descansar hasta pasado
manana, que pasa por alli una diligencia para Alcala, y de Alcala pueden
dirigirse a Aragon cuando quieran.
--?Y cuando llegaremos a Torrejon?
--Antes de que amanezca. Van ustedes en un coche de mi casa y con gente
de mi confianza. No tienen nada que temer: buenas mulas y buena
compania. En Torrejon estan ustedes seguros ... Aqui ... no lo creo. Es
preciso salir de esta casa y de Madrid inmediatamente.
--Pues vamos--dijo Lazaro con resolucion.--No perdamos tiempo.
Rapidamente se prepararon uno y otro.
--?No hay una puerta que de a otra calle?--pregunto Bozmediano a
Pascuala.
--Si, senor; pero hay que pasar por la casa del carbonero, que tiene
salida a la otra calle.
--Bien; por ahi saldremos. El coche espera en las afueras del portillo
de Gilimon. Los hombres que yo he traido estan en la tienda. Que entren,
y saldremos todos por esa otra calle.
Pocos momentos despues salian todos, incluso el perro de las
Porrenas, a quien Clara no quiso abandonar. Despidieronse los
viajeros de Pascuala, y se dirigieron, acompanados de Bozmediano y
su gente, al portillo de Gilimon. Muy aprisa, por no dar lugar a que
algun curioso los descubriera, subieron al coche. El cochero y su
zagal iban en el pescante; un criado, hombre fuerte, armado de fusil,
iba dentro con Lazaro y Clara. Despidiolo
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