amente:
--Aqui esta. Es mia, es nuestra.
Y al decir esto se acerco a el con la caja, sostenida en las dos manos y
apoyada en el seno. La caja tocaba al pecho de Lazaro, y este sentia el
empuje con tanta fuerza, que, por no caer, tuvo que dar un paso atras y
extender los brazos hasta tocar los hombros de la santa.
--Hace usted bien--dijo el aragones.--?De que sirve guardar ese dinero,
que puede ser util a usted y a otros?
--Si--contesto Paulita con efusion.--Es nuestro. Ya no sabia Lazaro que
partido tomar. Se decidio a concluir de una vez aquella penosa
situacion.
--Senora--dijo,--yo me retiro. Es preciso que me retire....
--Si--contesta ella,--y yo tambien. Vamos. Nos iremos juntos.
--iUsted, senora, usted...!--exclamo Lazaro descompuesto.
--Si, los dos. Vamos.
--Senora, usted delira. Eso es imposible.
--iImposible, imposible! No podemos quedarnos aqui.
--Es preciso que nos separemos, senora. Otra cosa seria una
inconveniencia y una desgracia tal vez.
--?Que dices?--balbuceo la santa con extravio. Su aspecto en aquellos
momentos infundia temor. Asemejabase a los enfermos atacados de
epilepsia cuando estan a punto de caer en un angustioso paroxismo. Una
contraccion, producida, al parecer, por el habito de la sonrisa; una
tension violenta de los parpados, como quien expresa el ultimo grado del
asombro; palidez mortal, interrumpida por subitas inflamaciones de
rubor; voz semejante a un quejido fatigoso y animada de repente con
vibracion desentonada, eran los caracteres de su dolencia, proxima a
llegar al periodo de mayor exacerbacion.
--?Que dices?--repitio despues de una pausa.
--Usted esta enferma, muy enferma, senora--dijo Lazaro, que empezo a
creer que dona Paulita deliraba o estaba loca.
La mujer mistica sonrio de un modo inefable mirando al cielo y
estrechando contra su pecho la caja del tesoro, como si fuera la persona
del mismo Lazaro. Despues tomo al joven por el brazo, y atrayendole
suavemente, dijo:
--Vamos, no entraremos mas en este sepulcro.
--Usted no debe salir, no puede salir. ?Que diran esas senoras? Calmese
usted, por Dios, y reflexione....
--Vamos.
--?Adonde hemos de ir? iLos dos! ?No ve usted que eso es imposible?
?Para que? ?Para que nos vamos juntos?
Al oir esto, la devota se conmovio de pies a cabeza. Como si toda la
pasion acumulada y oculta en tantos anos brotara en ella de una vez con
violenta sacudida, exclamo con fuerza:
--iNecio!, ?no ves que te
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