ulico daba pavor. Estaba
livido; le temblaban los labios, secos por el calor de un aliento que
sacaba del pecho el fuego de todos sus rencores. Crispaba los punos, y
aun se heria con ellos en la frente, produciendo el sonido desapacible
que resulta de la seca vibracion de dos huesos que se chocan.
--?Ves?--le dijo el Rey, encendido de furor y dando en el suelo una
real patada, que estremecio la sala.--?Ves lo que ha pasado? ?Oiste?
Vuelve a decirme que todo era cosa segura, que confiara en ti, que tu lo
harias todo. iAh, que desgraciado soy!--anadio con desaliento.--iQue no
encuentre yo un hombre! iUn hombre es lo que yo necesito, un hombre!
--Senor--murmuro Elias, alejado del Rey como el perro que ha recibido un
palo de su amo.--Senor, nos han vendido!... iEse sobrino mio, ese infame
nos ha vendido!
--No--dijo Fernando con repentino acceso de ira;--tu, con tu imprudente
conducta, me has comprometido. Ya ves, todo el mundo sabe que eres
agente mio. ?No viste como con buenas palabras me lo dijo Feliu? iOh, le
hubiera arrancado la lengua! iTu me has vendido!
--Senor--replico Coletilla con voz en que habia algo de llanto,--senor,
traspasadme el corazon, pero no digais que os he vendido. Yo no puedo
venderos. Abofeteadme; escupidme, senor, antes que decirme tal cosa ...
Vuestra causa ha sido siempre mi unico pensamiento; a ella me he
dedicado con toda la actividad de que soy capaz. Es que Dios, senor,
permite ciertas cosas; Dios pone a prueba nuestro temple y nuestro
valor. No me culpeis a mi, senor; yo os he servido como un perro.
En aquel momento, podemos asegurarlo, Coletilla habria quedado muy
satisfecho si Fernando hubiera cogido en su cobarde mano la espada
augusta de sus mayores, atravesandole con ella. Pero Fernando no hizo
tal cosa. Coletilla sintio todo el menosprecio de su amo, y aquel
puntapie moral le lastimo mas que una punalada. El fanatico realista
hubiera visto con terror, pero no con asombro, que el Deseado le mandara
colgar de una almena o le hiciera apoyar la cabeza sobre el tajo feudal
para recibir el hachazo del verdugo. Acercose al Rey, se le arrodillo
delante, y dijo con gran energia:
--Senor: yo os juro, en nombre de vuestros mayores, que esta derrota
aparente que hemos sufrido no es mas que el preludio de la gran victoria
que ha de poner remate a nuestra empresa. iYo os lo juro! Despreciad las
alusiones de Feliu, despreciadlo todo. Seguid; sigamos. Los leales
existen; solo falta el prim
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