ve--dijo.--iPobre hombre! ?Que ha hecho? Pero no vayas tu; ?no
podrias mandarle un recado?
--Yo mismo debo ir. Volvere pronto; no temas nada. ?Que me puede
suceder?
--iAy, Dios mio! Todavia me parece que siento aquellos gritos de anoche
... ?Y si se enfada contigo y te rine?
--?Quien?
--iEl! Ese hombre, que debe estar mas rabioso que nunca.
--No me importa. Hoy sera la ultima vez que le vea.
--?Y si vas a la casa y encuentras a las dos senoras, y dona Salome te
dice algo que te ofenda, y te habla de mi diciendo que soy incorregible?
--Si me dice algo que me ofenda, me importara poco; pero si me habla de
ti, pienso que sera la ultima vez que se atreva a pronunciar tu nombre.
--?Y si descubren que estoy aqui y vienen las tres a atormentarme
diciendome que soy muy mal educada? iOh!, si las veo entrar, me muero.
--No vendran--indico Lazaro sonriendo.--Y si vienen, estare yo aqui.
--Ve entonces--dijo Clara con una melancolia que detuvo al aragones un
momento y quebranto un poco su resolucion irrevocable.
--Adios ... es preciso. Volvere pronto.
No quiso esperar mas tiempo; salio y dirigiose a la inquisicion de la
calle de Belen. Las ocho serian cuando entro en casa de las
nobilisimas damas. Paz y Salome no estaban alli, porque habian salido
a buscar casa. Cuando la devota abrio la puerta y vio a Lazaro, su
sorpresa y su turbacion fueron tales, que permanecio buen rato sin
decirle palabra, mirandole bien, como si creyera que aquella imagen
era el efecto de una vision.
--iAh!--exclamo, cerrando la puerta, una vez que Lazaro estaba
dentro.--Yo crei que no le veria a usted mas.
Sintio el joven un alivio cuando supo que las dos arpias estaban fuera.
Dona Paulita le inspiraba respeto y gratitud, pues no habia oido jamas
la menor recriminacion en su boca, ni Clara le habia dicho que tuviera
queja ninguna de ella. El recuerdo de la escena y dialogos misteriosos
ocurridos algunas noches antes, le puso muy pensativo. Sin saber por
que, cuando se vio solo en aquella casa sombria, en compania de aquella
mujer palida, con la vista extraviada y el rostro enflaquecido por tres
dias de delirio y calentura; cuando noto sus ligeras convulsiones, su
agitada respiracion, su mirada viva, sin saber por que, lo repetimos,
tuvo miedo.
--?Esta mi tio?--pregunto.--Tengo que verle.
--No esta; desde ayer no parece.
--iQue contrariedad! Tengo que verle hoy mismo.
--Tal vez venga a la hora de comer.
--No quisier
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