no, a juzgar por su vestido, que era muy
raido y verdinegro. Era el de edad madura, y a juzgar por su pronunciada
y redonda panza, parecia hombre que no se daba mala vida. Tenia la cara
redonda y amoratada, con dos ojillos muy vivos y una nariz que parecia
haber servido de modelo a la Naturaleza para la creacion de las patatas.
No puede decirse que su fisonomia fuera antipatica: sonreia con bondad,
y, sobre todo, habia en sus ojuelos cierta gracia y una volubilidad
amable. Cuando vio a Clara y oyo la pregunta que esta le hizo con el
mayor respeto, guardo el rosario, se ladeo el sombrero (porque era este
tan grande, que tapaba con el a cuantos se le ponian delante), y dijo:
--?La calle del Humilladero? Si, hija mia, si: se donde esta, si, pero
es muy lejos. No podra usted ir sola; su perdera usted, hija mia. Venga
usted y yo la pondre en camino.
Y volvio atras. Siguieronle Batilo y Clara, que creyo al fin haber
encontrado el hilo del laberinto.
--Pero, hija mia, ?como es que usted va sola? iA estas horas ... tan
sola!--dijo el padre con voz agridulce.
--Tengo que ir a una casa que conozco--repuso Clara por dar alguna
respuesta.
--?Pero va usted sola? iA estas horas! ... Hija mia, ?por que es eso?
--No tengo quien me acompana. Soy sola.
--?Que es usted sola? iJesus, Maria y Jose! iQue calamidad! ?Pero no
tiene usted padres?
--No, senor.
--?Es usted sola, enteramente sola? iJesus, Maria y Jose! Esto no va
bien, hija mia. ?Pero no tiene usted ningun pariente? Vamos, ira usted a
casa de algun pariente.
--No, senor, no. Voy a casa de una mujer que conozco. No conozco a nadie
mas que a ella.
--Vamos, ya conocera usted a alguna otra persona--dijo el cura parandose
y fijando en el semblante de Clara sus picarescos ojuelos.--?De donde
viene usted ahora?
--De casa de unas senoras, donde estaba.
--?Y alli no conocio usted mas que a esas senoras?
--No, senor--dijo Clara asustada del giro que tomaban las preguntas
del clerigo.
--Vamos, juraria yo que ha conocido usted a algun muchachuelo ... Eso no
tiene nada de particular, hija mia: para eso es la juventud. Eso no
tiene nada de particular. iBah! no se ponga usted encarnada. Por las
llagas de Jesucristo, que no me enfado yo por eso ... no.
Al decir esto, el cura se paro otra vez, y volvio a fijar en la huerfana
sus pequenos y vivaces ojos, acompanando esta mirada con una santa
sonrisa de astucia, que haria honor a cualquier alumno de Seminario,
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