entrado un hombre en la casa? ?Sabes? ... iQue malas son!
--?Y no entro?
--Si entro, si ... ?pero yo que culpa tenia? Ellas dicen que entro por
mi. iQue malas son!
--?Y no entro por ti?
--?Por mi?--contesto Clara con la voz entrecortada y muy
debil.--?Por mi?
Despues se detuvo como recordando, y dijo:
--Si, por mi. El me dijo que iba a sacarme de alli, que queria hacerme
feliz. Me dio mucho miedo.
Decia todo esto con una vaguedad que indicaba cuan debiles estaban sus
facultades mentales.
--Me dio mucho miedo--continuo;--aun me parece que le estoy viendo. Al
principio pense que me iba a matar; pero ... no me mato. Dijo que me
queria llevar consigo; que el me queria ver feliz ... Me habia escrito
una carta.
--?Una carta?--dijo Lazaro vivamente.
--Si; me la dio aquel viejo feo, feo, feo....
--?Donde esta la carta?
--?La carta ... la carta...? No se. Yo la tenia en el bolsillo.
--?Donde esta tu ropa?
--No se ... La carta ... iAh!, ya me acuerdo ... la rompi toda, y la
hice unos pedacitos muy chicos, muy chicos.
--?Por que la has roto? ... dijo Lazaro, deplorando no tener aquel
documento.--?Y no recuerdas haberme visto a mi aquella tarde?
--Si, si; si lo recuerdo--contesto, mostrando que nunca habia olvidado
tal cosa. Entraste muy enfadado. Yo estuve llorando toda la noche.
Despues me dio un mareo en la cabeza ... Yo crei que me iba a morir, y
me alegre.
La melancolica serenidad que habia en estas declaraciones conmovio a
Lazaro de tal modo, que no se atrevia a preguntar mas, porque herir la
delicadeza de aquel angel le parecia crueldad sin ejemplo. Aun quiso
hacer la ultima pregunta de este modo:
--?Y que te dije aquella tarde?
--?Que me dijiste? ... Eso si que se me ha olvidado ... No, ya lo
recuerdo: me dijiste....
Aqui se detuvo; sin duda le falto el habla o el entendimiento. Tenia los
ojos humedos, y se apartaba otra vez el cabello que le cubria parte de
la frente. Lazaro se sintio humillado. Casi le avergonzaba la cruel y
brusca acusacion que su conducta en aquella tarde memorable habia hecho
a la inocencia. No habia prescindido aun enteramente de la ley social
que exige pruebas positivas para la aclaracion de ciertos hechos; pero
aun poseyendo aquella susceptibilidad irreflexiva, no podia resistir a
la fuerza de persuasion que en las respuestas de la huerfana habia. En
su corazon no cabia, no era posible que cupiera la duda, despues de
oirla; y si la voz de un demonio a
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