cilacion, de terrible sorpresa. Doble fila de soldados
apuntaba a la multitud, que, confiada en su fuerza, no pudo resistir un
movimiento de terror, retrocediendo al ver que se la recibia de aquella
manera. "Atras", dijo la voz del jefe. "iAdelante! iMueran los
traidores", exclamo otra voz en el portal. En el mismo instante sono un
tiro y cayo un soldado. Hizo fuego sin reparo la tropa, y una descarga
nutrida envio mas de veinte proyectiles sobre la muchedumbre. La
confusion fue entonces espantosa: avanzo la tropa; retrocedieron los
paisanos, no sin disparar bastantes tiros y agitar las navajas, arma
para ellos mas segura que el trabuco. La gente de la calle sintio el
retroceso de los del portal, y se replego, abriendoles paso. Al mismo
tiempo un escuadron de caballeria bajaba por la calle del Conde-Duque,
y un batallon de nacionales avanzaba por la del Portillo, impidiendo la
salida de los amotinados. Hubo luchas parciales; pero, no obstante, la
dispersion del pueblo fue completa, desde que los del portal, recibidos
por una descarga, retrocedieron hacia la plaza. La corrida que cruzo
por la calle de San Bernardino y la plaza de San Marcial arrastro en su
rapidez a la mayor parte de las personas acumuladas alli por la
curiosidad o la participacion en el motin. En vano algunos de los
llamados jefes trataron de impedir aquella desorganizacion con
improvisadas filipicas. La dispersion crecio hasta el punto de que solo
quedaron en la plazuela Lobo, Perico Ganzua, Pinilla y el cadaver del
Doctrino, que, herido mortalmente en el craneo al entrar en el portal,
habia podido retroceder hasta la plaza, donde cayo. Quince o veinte le
rodeaban, dudando si escapar con los demas o defenderse. Las tropas de
la casa no habian salido; la caballeria avanzaba, y los nacionales
llegaban ya al palacio de Liria.
--Es una locura; huyamos--grito Pinilla.
--?Y que hacemos con este?--dijo uno, senalando el cadaver del Doctrino.
--?Que hemos de hacer? iBonita reliquia para cargar con ella!
--?Tiene algun papel en el bolsillo? iA ver, quitarselo pronto!
Pinilla le registro cuidadosamente.
--No tiene papeles, pero si un bolsillo.
--A ver, venga--dijo Lobo.
Pinilla se lo guardo en su cinto; todos corrieron, y la plaza quedo
desierta hasta que la ocupo la tropa.
CAPITULO XLI
#Fernando el Deseado.#
No hemos examinado aquella agitada sociedad mas que en una sola faz. Las
altas regiones del Poder han permanecido imp
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