le dio el ser. Despues se arrastro a los
pies de Napoleon como un pordiosero, mientras Espana entera sostenia por
el una lucha que asombro al mundo. Al volver del destierro pago los
esfuerzos de los que el llamaba sus vasallos con la mas fria ingratitud,
con la mas necia arrogancia, con la anulacion de todos los derechos
proclamados por los constituyentes de Cadiz, con el destierro o la
muerte de los espanoles mas esclarecidos; encendio de nuevo las hogueras
de la Inquisicion; se rodeo de hombres soeces, despreciables e
ignorantes, que influian en los destinos publicos como hubiera podido
influir Aranda en las decisiones de Carlos III; persiguio la virtud, el
saber, el valor; dio abrigo a la necedad, a la doblez, a la cobardia,
las tres fases de su caracter. Restablecido a pesar suyo el sistema
constitucional, tasco el freno, disimulo como el sabia disimular,
guardando el veneno de su rabia, devorando su propio despecho,
encubriendo sus intentos con palabras que nunca pronuncio antes sin risa
o encono. Lo que es capaz de tramar un ser de estos, tan hipocritas como
cobardes, se comprende por lo que tramo Fernando en aquellos tres anos
desde las mil facciones y complots realistas, alimentados por el, hasta
el complot final de los cien mil hijos de San Luis, que Francia mando al
Trocadero. Asi recobro lo que en jerga real llamaba el sus derechos,
inaugurando los diez anos de fusilamientos y persecuciones en que la
figura de Tadeo Calomarde aparecio al lado de Fernando, como Caifas al
lado de Pilato. El pacto sangriento de estos dos monstruos termino en
1823, en que Dios arranco de la tierra el alma del Rey, y entrego su
cuerpo a los sotanos del Escorial, donde aun creemos que no ha acabado
de pudrirse.
Pero con este fin no acabaron nuestras desdichas. Fernando VII nos dejo
una herencia peor que el mismo, si es posible: nos dejo a su hermano y a
su hija, que encendieron espantosa guerra. Aquel rey que habia enganado
a su padre, a sus maestros, a sus amigos, a sus ministros, a sus
partidarios, a sus enemigos, a sus cuatro esposas, a sus hermanos, a su
pueblo, a sus aliados, a todo el mundo, engano tambien a la misma
muerte, que creyo hacernos felices librandonos de semejante diablo. El
rasgo de miseria y escandalo no ha terminado aun entre nosotros.
Pero no hagamos historia y sigamos nuestro cuento.
--?Y olvidareis, senor, lo que me habeis prometido para mi
sobrinillo?--dijo Elias.--iAh!, yo quisiera que V.M. le conocie
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