tormentador resonaba internamente para
recordarle el deber social de no darse por satisfecho, el pareceria como
que aplazaba para mas tarde la investigacion de la evidencia en aquel
asunto, abandonandose por entonces a la efusion consoladora del afecto
que sentia tan vivo como antes.
--No me expliques mas--dijo Lazaro, viendola llorar.--Veo que aquellos
demonios tienen la culpa de todo. iMaldito sea quien te llevo alla!
Ellas te han calumniado, estoy seguro de ello. Siempre estaban hablando
de faltas cometidas, de pecados ... y que se yo. Lo mismo decian de mi.
Las dos aseguraban que yo era un malvado, y que habia cometido no se que
crimen. Esto me admiraba, porque yo no habia cometido ninguna falta
grave. Lo mismo juzgue de ti. Tu eras la victima de su rigor, de su
suspicacia, de su disciplina, como ellas decian.
--Yo no las quiero ver mas--decia Clara;--anoche las estuve viendo toda
la noche en suenos. Me parecia que dona Salome estaba revoloteando
encima de mi, mostrandome sus ojos rencorosos y sus unas terribles; me
parecia que dona Paz estaba detras de la cama, y que de tiempo en tiempo
sacaba el brazo para abofetearme. Estuve temblando y envuelta en mis
sabanas para no verlas; pero siempre las veia. iQue feas son!
--Tranquilizate dijo Lazaro, viendo en el tono de su amiga los sintomas
de un nuevo delirio. Ya no volveras a casa de esas fieras. Yo estoy
aqui; tu te has creido abandonada, mientras yo existia. No se si tengo
la culpa de, esto; si la tengo, descuida, que sabre remediarlo. iY yo
que no he vivido sino por ti, que te he tenido por guia y por
inspiracion de todos mis actos! Bien te dije, cuando nos conocimos, que
Dios nos habia puesto en camino de encontrarnos para que no nos
separaramos nunca. Adondequiera que he ido te he llevado siempre en mi
corazon y en mi cabeza, creyendo por ti y esperando por ti. Desde que
nos conocimos no hemos cesado de estar juntos, de caminar juntos por la
senda de la vida, a lo menos en lo que a mi corresponde. Cuando vine a
Madrid, aunque no nos vimos inmediatamente, no di un paso por estas
calles que no fuera dado hacia ti. Me prendieron por una ligereza mia,
que no fue ningun crimen, como decian aquellas mujeres; y si soporte
aquel contratiempo, si no me suicide estrellandome la cabeza contra los
muros de la carcel, fue porque en la obscuridad me parecia siempre que
te estaba mirando en un rincon, en pie, con el rostro sereno, como es tu
costumbre. Yo no he podido, des
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