--iSaco _e_ demonios!--dijo el otro, enarbolando el palo.
No sabemos como concluyo la pendencia, porque hemos de seguir a Clara; y
esta, en cuanto se vio libre de la zarpa de la dama de Juan Mortaja, se
escapo ligeramente, y a buen paso, seguida siempre de Batilo, llego a la
plazuela del Angel. La desventurada no sabia ya que partido tomar; se
horrorizaba al pensar que entre los miles de habitantes de este enjambre
no habia uno que le dijera el nombre de la calle donde estaba el unico
asilo que podia acojer a la huerfana abandonada, sola, injuriada, medio
muerta de miedo y dolor. Creyo que Dios la abandonaba o que no habia
Dios; que su destino la obligaba a optar entre la inquisicion espantosa
de las dos Porrenas, y aquel abandono, aquel vagar por un desierto,
repelida por todos o solicitada por la depravacion o el vicio.
Se decidio a hacer otra tentativa. Detuvose ante un hombre que, con un
farol y un gancho, revolvia escombros, y le hizo su pregunta.
--?La calle del Humilladero?--dijo el trapero, incorporandose y
haciendo con el gancho ciertos movimientos semejantes a los que hace
con su varilla un director de orquesta.--Esa calle esta ... Voy a darle
a usted una receta para que la encuentre en seguida. Pues eche usted a
andar ... y vaya mirando con atencion los letreros de todas las calles.
?Sabe usted leer?
--Si, senor--dijo Clara.
--Pues cuando usted vea un letrero que diga asi: "calle del
Humilladero", alli _mesmo_ es.
El trapero se quedo muy satisfecho de su apotegma, y volviendo a
inclinarse, enterro su gancho investigador en el monton de inmundicia
que delante tenia. Clara se retiro muy angustiada; y principiando a
perder ya el conocimiento exacto de su desventura, hallabase proxima a
entrar en ese periodo de atonia que precede a las grandes enajenaciones.
Dirigio de nuevo mentales suplicas a Dios y a la Virgen para que la
sacaran de aquella situacion; y aun rezaba, cuando vio llegarse hacia
ella a una persona que le inspiro mucha confianza. Dio algunos pasos
hacia aquella persona, que era un clerigo de mas que mediana edad, gordo
y pequeno. Venia con su rosario en la mano y la vista fija en el suelo.
La huerfana respiro con tranquilidad, porque aquel personaje venerable
que tenia ante si debia de ser un santo varon, de esos cuyo fin en la
tierra es consolar a los afligidos y ayudar a los debiles.
CAPITULO XXXVIII
#Continuacion del "via-crucis".#
Parecia el clerigo hombre peque
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