uela del Espiritu Santo; subio mas, hasta que se
encontro en la esquina de la calle del Prado, y por alli penso seguir,
porque veia en ella bastantes personas, y creia encontrar alli quien la
informara bien.
Batilo iba delante. Un perro vivaracho y pequeno, descarado, ratonero,
de estos que pasean su vanidad por las calles de Madrid, se acerco al
can melancolico, y le dio una embestida con el hocico. Batilo era muy
timido; pero sintiendo herido su amor propio, ladro. El ratonero, que no
deseaba sino provocacion, ladro tambien, atreviendose a dar un mordisco
al pobre faldero. Este te defendio como pudo; y a poco rato vino un
porrazo que, con terribles aullidos, empezo a perseguir al ratonero.
Luego vino otro perro, y otro, y otro: en dos segundos se reunieron alli
doce perros, que armaron espantosa algarabia. Luchaban unos con otros,
cayendo y levantandose en revuelta confusion, mordiendose, saltando y
atropellando entre los movimientos de su horrible contienda a Batilo y
al ratonero, que, revueltos entre las patas de los contendientes,
recibian los ultrajes de todos. Al ruido se detuvieron algunas personas;
el amo de uno de los perros tercio en la pelea, y dijo ciertas frases
injuriosas al amo de otro. Clara, al ver que se reunia tanta gente, y
que algunos mozos la miraban con atencion impertinente, avivo el paso;
tomo la calle arriba para huir de aquellas miradas. Pero los mozos la
siguieron, y ella quiso ir mas a prisa; ellos tambien; ella mas aun,
hasta que se decidio a correr, y corrio con toda la velocidad que podia.
Entonces una mujer grito desde una puerta con voz chillona y angustiada:
"iA esa, a esa, a esa!" Un hombre la detuvo por el brazo; muchas mujeres
la rodearon, y se formo en un momento un grupo de mas de treinta
personas en torno a ella. La huerfana estaba tan tremula y aterrada, que
no dijo palabra, ni trato de huir, ni lloro siquiera. Creyo tener en
derredor un circulo de asesinos.
--?Que ha hecho? ?que hay?--dijo uno.
--Que ha _robao_ ese lio que lleva bajo el brazo.
--Muchacha, ?donde has tomado ese lio?--dijo el que la tenia asida.
Clara no contesto
--A la carcel con ella--dijo uno de los presentes.
--?Donde has tomado ese lio, muchacha?
La joven se repuso un poco, y con voz tenue, dijo:
--Es mio.
--?Que es suyo?--dijo una de las mujeres.--Si la vi yo correr como una
_desalacion._ Apuesto a que lo cogio en la casa del numero 15.
--No, que venia de mas abajo--dijo otra.
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