ne valor para decir...?--exclamo Salome,
apartando el rostro y persignandose con sus afilados dedos.--?Pues y el
caballero joven, alto, buen mozo?
--Senora, espere usted, por Dios, a que venga mi protector: yo se lo
ruego por la gloria de su madre.
La idea de que viniera Coletilla e impidiera la expulsion de la
huerfana, puso a Salome en grave peligro de que le diera el
quinto ataque.
--iQue agonia!--dijo sentandose.--Francamente, nuestra excesiva
benevolencia nos trae a estos extremos.
--No tarde usted un instante--dijo Paz con la satisfaccion de la
venganza.--Marchese usted inmediatamente.
La desventurada huerfana se dirigio otra vez, como ultima esperanza, a
la santa, que reposaba en su lecho con la inmovilidad y la pesadez de la
estatua yacente de un sepulcro. Clara tomo una de sus manos que colgaba
fuera de las ropas y la beso con efusion, regandola con sus lagrimas;
llanto de la inocencia provocado por la crueldad de aquellos verdugos.
--Senora, otra vez se lo pido--exclamo con voz apenas inteligible;--no
me abandone usted, usted es una santa. No permita que me echen asi ... a
estas horas ... yo tengo miedo. No me abandone usted.
La mujer mistica retiro lentamente su mano y la escondio entre las
sabanas. Volvio el rostro, miro a la victima, y sin inmutarse, dijo con
la misma voz helada: "?Yo?"
--No se puede resistir tal insolencia--afirmo Paz asiendo a Clara por un
brazo y apartandolo violentamente de la cama.
--Si usted no se marcha ahora mismo de aqui, llamo a un alguacil
para que le haga entender sus deberes.--Ya Salome se habia acercado
a la comoda donde Clara guardaba su escaso ajuar, y recogia todo
formando un lio.
--No tengas cuidado, Paz--decia entre tanto;--yo estoy registrando su
ropa, no sea que se lleve alguna cosa. No se lleva nada.
--iSenoras de mi alma!--dijo Clara en el colmo de la desesperacion.--No
me echen asi: yo no he cometido falta ninguna; yo no he hecho lo que
ustedes dicen; yo soy inocente. Que lo diga esa senora que es una santa
y me conoce. Yo estoy segura de que lo dira.
La devota volvio a moverse, y con la voz que atribuyen a los espectros
evocados, repitio otra vez: "?Yo?".
--No me echen ustedes--continuo Clara sin saber ya a quien suplicar.--Yo
no lo merezco. ?A donde puedo ir a estas horas sola? No conozco a nadie.
Tengo miedo ... me voy a perder.
--Vamos, aqui tiene usted su ropa--dijo Salome poniendole el lio
en la mano.
--No, no lo puedo creer.
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